Por estos días de Navidad y fin de año, las angustias de las gentes tienen un nuevo ingrediente. Ya no son solamente las depresiones por las ausencias, las presencias y demás mortificaciones de estas fiestas -hasta cierto punto absurdas- en que prima todo menos el verdadero espíritu navideño.
Ahora el tema es el regreso del covid, esta vez con una cepa nueva de esas que no matan -salvo lamentables excepciones- y de la cual se están contagiando muchísimos conocidos con los que incluso hemos departido el día anterior a que se hicieran la prueba con el temible resultado positivo.
Es así como hartas personas han tenido que aislarse y en solo cuatro días se reponen luego de recostarse y tomar aspirinas, dólex y unos menjurges rarísimos recetados por el voz a voz y las peligrosas redes sociales.
Ante los síntomas del dolor de garganta y de cabeza, la carraspera, el dolor muscular y el decaimiento, se sospecha que se ‘encovidno’ y se procede a la bendita prueba que no siempre sale positiva. Por el contrario, se trata de esas gripas rompe huesos o unas simples afecciones en la garganta.
Lo grave es que ahora y con cualquier dolor, quienes lo padecen de manera pasajera se obsesionan con que les dio el covid y comienzan a tener los otros síntomas que los llevan a creer que cayeron y, ahí fue Troya.
De inmediato entran en shock y como por arte de magia empiezan a experimentar sudoraciones, parálisis musculares, migrañas y los dolores en las articulaciones no se hacen esperar. “Tengo covid”, gritan desesperados hasta que se hacen el examen ese y deben esperar horas que parecen siglos para que les den el veredicto al final del cual casi siempre salen negativos.
Es que si de dolores y cefaleas se trata, a mi he dado el maldito covid más de media docena de veces. Incluso en una oportunidad me sentí tan supremamente mal que solicité un examen a domicilio.
Estaba pésimo y ya me veía en una UCI sin poder respirar e incomunicado (que es lo peor). Incluso llegué a pensar hasta en mi propia muerte, sin velorio como cualquier ene ene.
Pagué más para que el resultado fuera inmediato y me salió negativo pero como estaba tan supremamente obsesionado, pedí que me lo repitieran. Tuve que pagarlo de nuevo, hacerlo a nombre de otra persona y de nuevo ¡negativo!
De inmediato se me desaparecieron todas las dolencias y todos los achaques y quedé regio. Consultada mi sicóloga de cabecera sobre el particular me dijo que yo sí tenía el tal covid pero que era mental y que eran muchos los casos similares que había conocido.
Precisamente ayer estuve en una reunión y, lógico, hablaron del tema de moda. Les juro que a medida que conversaban del asunto, me comenzaron los síntomas que me obligaron a tomarme no sé cuántos noraveres, un frasco completo de Ivermectina, una pepa de lírica, mi infaltable izoclón y me enchumbé envuelto en las cobijas. Sudé cual minero en socavón y al despertarme, ¡atiza! Amanecí perfectamente, lo cual no quiere decir que no me vaya a dar o que ya me dio, pero que existe el covid mental, para muestra este botón.
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PD. Hoy estará este servidor montado en su pianoneta en el desfile de automóviles clásicos y antiguos, tocando melodías acordes a los vehículos de cada época.