Ya no eran la esperanza y la ilusión de un cambio en el ánimo de miles de jóvenes que estrenaban el derecho a votar, las que aplaudían este 6 de noviembre el triunfo electoral de Barack Obama, como ocurrió hace cuatro años. Mucha menos gente, tal vez con mucha menos esperanza pero más realismo, fue la que se reunió esta vez en Times Square, convencida eso si, de la necesidad de no permitir retroceder en los cambios emprendidos y continuar el camino.Estados Unidos tiene la fuerza social para impulsar cambios profundos y Obama representa ese nuevo país que está lejos de ser el de la propaganda de la familia feliz de padres saludables y niños rubios de ojos azules y sonrientes. Hoy es una sociedad múltiple y diversa, en la que ya no prima el norteamericano tradicional, anglosajones blancos con una familia estable y que va regularmente a misa. Las poblaciones que crecen son las de los hispanos (25%),  los asiáticos y los negros. Estados Unidos ha vuelto a ser, como lo fue en sus inicios, un país de inmigrantes. Pero no de Europeos, italianos, irlandeses y polacos, sino de grupos raciales mestizos, no siempre bien recibidos por el grueso de la población norteamericana. Pero fueron estos grupos sociales, en asocio con los jóvenes, las mujeres y sectores excluidos en otros tiempos como las comunidades gay, quienes le dieron el triunfo a Obama.Los demócratas han logrado darle expresión política a ese ajuste profundo que vive la actual sociedad norteamericana, mientras los republicanos con Mitt Romney a la cabeza se sumergen en la nostalgia de lo que ya no es y no consiguen reconocer la nueva realidad norteamericana.Estos grupos poblacionales votaron por Obama no tanto por sus logros como gobernante, que no son despreciables y apuntan en la dirección correcta, sino por la credibilidad que les ha transmitido en cuanto entiende la dificultad de sus situaciones, sus angustias, expectativas y necesidades, a las que debe responder en este segundo tiempo. Sin cálculo político, pero si mucho arrojo y compromiso.Los republicanos deben entender que les llegó la hora de afinar acuerdos bipartidistas, como los planteados por Clinton en la Convención Demócrata y por Obama en la noche de su triunfo. Superar la actual crisis requiere de un trabajo conjunto en el Congreso para darle a la economía una base fiscal sólida, realista, donde jugará un papel fundamental la preocupación ambiental con el apoyo a nuevas fuentes de energía y a un uso más racional de la misma, el mejoramiento del sistema educativo, el fortalecimiento de los sectores vinculados a las telecomunicaciones y a los servicios, articulados a la industria tradicional en busca de una mayor generación de empleo. Obama tiene una deuda pendiente con los emigrantes a los que tendrá que darles una salida digna. Pero no sólo a estos sino a la gran población pobre golpeada por la crisis y a la que aún no ha llegado la reforma de la salud, ni ha podido recuperar la vivienda y ha soportado el deterioro de la educación. A esos jóvenes que siguen apostando por un país de oportunidades pero sin que el Estado abandone sus responsabilidades.El desafío que enfrenta es grande pero el talante de su discurso de aceptación del triunfo en Chicago permite pensar que lo tomará en serio.