Entre los legados de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría quedaron tres países fraccionados entre su parte comunista y su parte occidental. Alemania, Vietnam y Corea. Orgullosas naciones con larga herencia histórica, cultural y religiosa fueron divididas por muros ideológicos y fronteras políticas. El paso del tiempo no amainó el deseo de sus pueblos de volver a reunificarse bajo un mismo techo estatal.

La reunificación de Vietnam fue a sangre y fuego con un saldo trágico de más de un millón de víctimas mortales y tras una guerra que duró tres décadas, primero con la intervención de Francia y al final de Estados Unidos, apoyando al régimen pro occidental de Vietnam del Sur. Los helicópteros que abandonaron a las carreras el techo de la Embajada Americana en Saigón en 1973 fueron el colofón de la guerra y significó la reunificación del país con la victoria del norte comunista. Este partido aún rige los destinos del país unido que ha adoptado el modelo chino de capitalismo económico y comunismo político.

La reunificación de Alemania no está exenta de su cuota de sangre y heroísmo. Fue el evento cardinal de finales del Siglo XX cuando millones de ciudadanos del Este protestaron pacíficamente hasta que el muro cayó, señalando la terminación de la Guerra Fría. Alemania se reunificaba en los términos de Occidente y gracias a la frondosa chequera de la República Federal Alemana. El colosal costo de la reunificación nunca fue un factor para impedir el llamado de la Historia a que la nación alemana volviera a estar cobijada por el mismo techo.

De esa triada de países divididos sobrevive Corea con el norte comunista, dinástico y paupérrimo y el sur capitalista, próspero y rico, en una pequeña península que se constituye como el mayor desafió geopolítico del Planeta en la actualidad. Más allá de pensar en una potencial reunificación se habla de un posible apocalipsis nuclear.

Quizás el paradigma imperante ha sido que la reunificación coreana se haría en los términos del Sur que absorbería al Norte al estilo alemán. Sin embargo, Corea del Norte también está interesado en la reunificación en sus propios términos con la dinastía Kim liderando el proceso. En el primer caso se necesitaría el colapso del régimen comunista por rebelión interna, bastante improbable, o como resultado de una guerra en que el Norte sea aniquilado. En el segundo caso la reunificación podría ser consecuencia de una guerra ganada por el Norte tal como ya se intentó en 1950 cuando solamente la intervención de Estados Unidos -y Colombia- evitó la reunificación del país bajo la bandera comunista.

El programa nuclear de Corea del Norte crea una nueva realidad. Pyongyang ya es potencia nuclear y ese sapo hay que tragárselo, pero sus líderes son conscientes de que comenzar una guerra es un suicido. Actualmente el arsenal nuclear le sirve de disuasión pero a medida que éste se hace más letal y sus misiles balísticos logren mayor alcance mejora su situación estratégica. Podría Kim Jong-un llegar al punto de poder lanzar una guerra contra Corea del Sur para reunificar el país es sus términos, sin que ésta encuentre respuesta por parte de Estados Unidos, disuadido, temeroso de que un misil cargado con un ojiva nuclear aterrice en Los Ángeles. Salvar Seúl no lo justificaría.

La diplomacia tiene aún mucho camino por recorrer para evitar el armagedón, pero hasta ahora Kim parece tener la sartén por el mango y la reunificación parece estar más lejos que nunca.

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