No había otra opción. Había que concluir sea como fuere el acuerdo entre Irán y las potencias del P5+1. Todos los caminos conducían a la firma incluyendo el drama, los aplazamientos constantes y las ojeras de los negociadores. Ninguno de los países participantes iba a dejar escapar ese trofeo diplomático. Carpetas, papeles y estilógrafos ya estaban desde hace semanas elegantemente dispuestos sobre la mesa. Sin duda Irán es el gran ganador. Le permite mantener su programa nuclear, salir del aislamiento, mejorar sus relaciones comerciales y políticas con occidente y reconstruir su economía golpeada por las sanciones. Irán queda fortalecido frente a sus rivales del golfo y reconocido como potencia regional. El acuerdo que tiene una duración de 10 años para algunos ítems y quince para otros le impone restricciones al programa nuclear iraní pero le permite mantener intacta su infraestructura. Irán pasa a convertirse en potencia nuclear admitida por la comunidad internacional. Es imposible predecir qué ocurrirá tras los diez años. Hay que recordar que Corea del Norte obtuvo sus armas atómicas tras haber firmado un acuerdo con China, Rusia, Japón y Estados Unidos el cual renegó posteriormente. Entre tanto se levantan gradualmente las sanciones que la comunidad internacional le ha impuesto a Teherán por las continuas violaciones al Tratado de no proliferación del cual Teherán es signatario. Violaciones no menores que incluyen instalaciones secretas como la de Fordo, no declaradas a la Agencia Internacional de Energía Atómica -Aiea- y el no permitir el acceso a los inspectores de la misma Aiea a sus instalaciones nucleares. El acuerdo estipula que de incumplir Irán con los acuerdos, las sanciones serán reimpuestas de manera inmediata por el Consejo de Seguridad, lo cual es bastante incierto en la actual ambiente geopolítico global. Tal como era de esperarse la reacción de Israel ha sido de inequívoco rechazo al acuerdo de Viena, el cual fue catalogado por el primer ministro Netanyahu como un “error histórico” a la vez que dejó abiertas las puertas a cualquier acción contra este. “Israel se defenderá”, concluyó el premier. Para el Estado judío un Irán con armamento atómico es una amenaza existencial. Los países árabes del golfo enfrascados en un conflicto regional con Irán aparecen como los grandes perdedores tras los acuerdos. En los últimos años, Teherán ha intervenido intensamente en conflictos que se desarrollan en el mundo árabe apoyando a milicias shiítas y fomentando la guerra fratricida entre sunitas y shiitas que tiene sus principales escenarios en Líbano, Siria, Irak, Bahréin y Yemen. El acuerdo podría desatar una carrera armamentista nuclear en que Arabia Saudita, Turquía y/o Egipto construyan sus programas nucleares con la intención posterior de obtener armas nucleares si así lo quisieran. Por otro lado y con el acuerdo ya en el bolsillo, Teherán podría tratar de mejorar sus relaciones con los países del golfo para lo cual tendría que jugar un papel positivo en la solución de los muchos conflictos regionales, tomando en consideración las preocupaciones del mundo árabe sunita. El escenario de una distensión de las relaciones entre Teherán y Washington por primera vez desde la revolución islámica podría también sucederse. En este caso Estados Unidos debe hacer un complejo equilibrismo entre mejorar sus relaciones con Irán y mantener sus alianzas regionales actuales con Israel y el mundo árabe. El Medio Oriente entra en una nueva era donde como ha sido tradicional desde tiempos inmemoriales lo único seguro es la incertidumbre.