Para sorpresa de pocos comenzó con extrema turbulencia la era Trump tras su discurso de posesión que pareció más uno de los de su campaña gracias a los cuales llegó a la oficina oval; agresivo, sin tender puente alguno, pintando una imagen de Estados Unidos en total decadencia como en aquellas películas de Hollywood de ciudades en ruinas, calles llenas de cráteres, individuos sin rostro desesperados por un mendrugo de pan, sucios y zarrapastrosos, un Estados Unidos como si fuera Alepo. “América Primero”, “americanos comprando americano y contratando americanos”, “todo lo que haremos tendrá un solo objetivo: favorecer a América”, fueron algunas de las destempladas y preocupantes declaraciones del mandatario. Su primer día de trabajo lo dedicó a pelear con los medios por lo que estos informaban sobre la cantidad de gente que asistió a su posesión a la vez que denunciaba que los tres millones de votos por los que Clinton lo superó eran falsos. Su nuevo portavoz inauguraba un nuevo concepto de la información: “hechos alternativos”, un eufemismo para disfrazar la mentira de verdad. El impetuoso retiro de la Asociación Transpacífica (TPP) si bien fue parte de sus promesas electorales, deja a Estados Unidos sin una herramienta de Softpower en una región cada vez más convulsa por el expansionismo militar chino. Agregando las belicosas declaraciones del nominado a la secretaria de Estado, Rex Tillerson contra Beijing, se configura un coctel explosivo; Trump navega en una peligrosa trayectoria de colisión con China. Trump anunció igualmente que comenzará a renegociar el Nafta, tratado de libre comercio que une a EE.UU. con México y Canadá. Esto es abrir una caja de Pandora que puede llevar a nada y en la medida que Trump comience a promulgar barreras arancelarias como ha amenazado, iniciará una guerra comercial de la que solo quedan víctimas, especialmente aquellos que lo apoyaron en la contienda electoral. Podrán además surgir nuevas alianzas como el Rcep liderado por China en Asia, sin Estados Unidos, lo que podría volverse paradigma global en la era del “America First”. La primera ‘orden ejecutiva’ del nuevo presidente estuvo dirigida contra el sistema de salud instaurado por su predecesor, el 'Obamacare', sin embargo desmantelarlo así nomas dejaría a 20 millones de asegurados sin salud, un costo social y humanitario demasiado alto incluso para Trump y sus áulicos. Su muy ruidosa promesa de trasladar la embajada de Estados Unidos en Israel del Tel Aviv a Jerusalén se está estrellando contra la realidad. En el pasado Nixon y Clinton habían hecho la misma promesa para retractarse una vez en el poder. El haber retirado del portal de la casa blanca toda referencia al cambio climático, los derechos humanos y las minorías Lgbt tampoco sorprende pues el neoyorquino se ha referido con mofa a las teorías de cambio climático, mientras que los derechos humanos y de las minorías no hacen parte de su agenda. Y apenas va una semana de los cuatro años que dura el periodo presidencial que concluye el 20 de enero de 2021. O antes. Trump representa la muerte de lo 'políticamente correcto', nuevos paradigmas en relaciones internacionales y en comercio, unas consignas preocupantes, unos seguidores sacados de las cloacas del racismo, la xenofobia y el antisemitismo, el temor de muchos y la esperanza de otros. Un gran esfuerzo tendrá que hacer Trump para mutar de político pendenciero, dueño de hoteles, edificios, concursos de belleza y casinos a primer mandatario de la mayor potencia económica, cultural y militar del Planeta.Sigue en Twitter @marcospeckel