Aquí todo comienza muy temprano, madrugar se considera un valor esencial de la colombianidad junto al vallenato, los reinados y las arepas. Nos jactamos de ser el país más madrugador del mundo.

Según estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) los colombianos se levantan antes (6:31 a.m.) que el resto del mundo; los japoneses y los alemanes, reconocidos por su alta productividad, 30 minutos después y los norteamericanos una hora después, ni hablar de los árabes, dos horas más tarde. Pero así como somos madrugadores somos improductivos, en la Ocde ocupamos el último lugar en productividad.

Ana Fernanda Maiguashca, presidenta del Consejo Nacional de Competitividad, advierte que los colombianos “tenemos que trabajar cuatro horas para producir lo que otros hacen en una hora”. Lo dice en entrevista para este diario: “Por improductivos tenemos que levantarnos a las 5:00 de la mañana”. “Los colombianos están obligados a 48 horas de trabajo semanal pero en una hora producen solo 14 dólares, un cuarto de lo que producen en el mismo tiempo otros países de la Ocde”.

¿En qué se va el resto del tiempo, esos tres cuartos? Me atrevo a decir que en pasar bueno, en mamar gallo, en socializar, en reunirse, en un tinto, una empanada algo que los otros países de la Ocde no hacen. Un alemán que llegó por unos días y terminó quedándose para siempre me decía que no se devolvía a su país porque simplemente esa conversación no la podría tener allá en horas laborales, estaría mal visto y poco profesional.

Los japoneses tienen serios problemas de salud pública por el exceso de productividad, con altos índices de suicidio y de infelicidad, pero con unos índices de calidad y expectativa de vida muy altos.

Esta respuesta tan popular: “Aquí corriendo”, escuchada cuándo se le pregunta alguien cómo está, también es preocupante. O tenemos exceso de trabajo o no lo hacemos bien; puede ser la segunda. Un alto ejecutivo decía que un escritorio desocupado es señal de alta productividad, uno lleno de papeles, de bajo rendimiento porque alguien que aprovecha el tiempo y que va directo a las soluciones es capaz de mantenerlo limpio.

Mi amigo alemán me advertía que es muy difícil que alcancemos unos índices de desarrollo como los de su país, y no es porque aquí no seamos capaces, sencillamente tendríamos que pensar como alemanes, tener el clima de Alemania, las estaciones, la geografía y la historia maravillosa y trágica a la vez de los alemanes.

Madrugar a los trancones, obligar a los niños a tomar el bus escolar en horas absurdas, circular a paso lento por calles destruidas, esperar largo rato por el transporte público, almorzar grandes cargas de carbohidratos, dormir pocas horas y quejarnos por todo en vez de solucionar, también deben estar en la lista de las causas de nuestra baja productividad.