Bernard Henry Levy (BHL) -escritor, periodista y cineasta de gran influencia en Francia- presentó ante la Asamblea General de Naciones Unidas su último documental titulado ‘¿Por qué Ucrania?’. Lo hizo con el deseo de sensibilizar la opinión mundial occidental y democrática sobre la necesidad de ayudar a los ucranianos a vencer a la Rusia de Vladimir Putin y liberarse de sus agresiones colonialistas provocando una guerra apocalíptica, sin motivos valederos. Una guerra que se convierte en conflicto de valores entre un dictador maléfico y un pueblo que resiste.

BHL explica a los occidentales y democráticos del mundo que cerraron los ojos ante el genocidio armenio, la guerra civil en España, el Holocausto judío, la tragedia siria y tantos otros crímenes, por intereses propios y cobardía, que llegó la hora de impedir que un abominable dictador disponga de tan gran poder de daño, capaz de amenazar al mundo. Putin lo está consiguiendo al buscar sin rodeos provocar hambrunas macabras y bloquear cargamentos de cereales que afectan en especial a los pobres del planeta siguiendo una estrategia diabólica apodada Holomodor (traduce genocidio por el hambre) que Stalin ya había aplicado a la Ucrania soviética para aniquilar sus deseos de independencia.

En efecto entre 1932 y 1933 Stalin había desatado un Holodomor o Gran Hambruna que mató entre 3,5 y 5 millones de ucranianos. Putin ahora la quiere aplicar a quienes contradicen sus decisiones. Y busca someternos al inmoral chantaje nuclear que nos aterroriza y desvela. O matar a sus enemigos del frío que llega con el invierno obstaculizando sus fuentes de energías y bombardeando las centrales eléctricas ucranianas que las suministran.

Y eso es porque Putin -según los políticos que lo conocieron de cerca- no tiene los mismos paradigmas mentales de los demás mortales. No es un jefe de Estado que razona de manera razonable. Putin no siente empatía ninguna ni parece consciente del dolor que provoca. Es un primitivo que BHL compara a Kim Jong Un de Corea del Norte. Ambos siguen los mismos impulsos y conductas cuando por ejemplo creen impresionar divulgando imágenes de lanzamientos de misiles o bombas de poder destructivo en su presencia, rodeados de amigos jubilosos que los vitorean. Un espectáculo estúpido que en vez de transmitir una imagen de fuerza, transmite debilidad y fracaso.

Al contestar sobre el apoyo que en ciertas partes del mundo algunos gobernantes le brindan a Putin en su guerra en Ucrania, BHL recuerda que casi todos los que lo hacen son dictadores o amigos del autoritarismo. Como por ejemplo Silvio Berlusconi quien reapareció hace pocos días en el escenario político italiano (con la llegada al poder de un partido fascista) cuando dice que Putin es un amigo que le regalaba botellas de vodka y además es “un gran humanista”.

Y no es el único. A Putin lo apoyan los ayatolás iraníes que en estos mismos momentos castigan sin piedad a las mujeres que les piden libertad y el derecho de no seguir viviendo enjauladas con el velo obligatorio. O Nicolás Maduro en Venezuela, quien a pesar de su desastrosa administración que sumió a Venezuela en la miseria y provoco la huida de unos 8 millones de venezolanos en busca de sustento, se siente calificado para opinar sobre asuntos de derechos humanos y ansias de libertad y aplaudir al nefasto Putin y sus desmanes ucranianos.

También apoyan a Putin o toleran su guerra en Ucrania quienes le tienen miedo y buscan la manera de apaciguarlo. A estos últimos BHL les advierte que deberían tener mucho más miedo al permitir que un gobernante tan sanguinario y desequilibrado como Putin goce del derecho a seguir gobernando. Dice que con Putin no se puede negociar, como “no se puede discutir de gastronomía con un antropófago”. Que Putin “tiene que irse” como bien lo había dicho el presidente norteamericano Joe Biden en un momento de sincera indignación. ¡Ya basta!