Sus amigos siempre lo creyeron; sus enemigos lo dudan, pero desde que Charles Krauthammer, ideólogo del Partido Republicano, lo dijo en su columna del Washington Post titulada ‘The comeback kid’ (el regreso del muchacho), todo el mundo concuerda en que Barack Obama es muy inteligente. Según Krauthammer, Obama renació y regresó triunfal a la palestra política el 6 de diciembre, cuando adoptó, sin cambiarlo, el programa de rebajas de impuestos para ricos y clase media (Tax Cut Deal) de George W. Bush. Lo hizo para complacer a los republicanos y escogió al popular ex presidente Bill Clinton para convencer a sus copartidarios demócratas que acepten su decisión. Desde entonces su imagen política dio un giro hacia el centro y recobró parte de la confianza perdida a ojos de una opinión que lo miraba con recelo y temía que fuera un ‘socialista’ y radical. Así demostró su disposición a colaborar, cuando toca, para bajar las tensiones en un país en crisis y eso gustó. Luego quiso aprovechar los últimos días de un Congreso todavía a su favor para pasar leyes que tenía en remojo. Este Congreso es apodado ‘Lame Duck’ o ‘conejo cojo’, porque sus capacidades son limitadas para legislar y porque le quedan pocos días de vida antes de posesionarse el Congreso nuevo, que tendrá mayoría republicana y será de oposición. Pero el Congreso ‘conejo cojo’ no resultó tan cojo como se pensaba y en pocos días hizo milagros. Cabe recordar que antes del ‘glorioso’ 6 de diciembre, Obama había vivido momentos muy duros en noviembre. Especialmente cuando lo vimos deambulando por Asia, acumulando fracasos y humillaciones, o cuando se derrumbó su plan de paz en el Medio Oriente y cuando perdió las elecciones legislativas que le concedieron la mayoría del Congreso a los republicanos. Noviembre fue catastrófico para Obama y tenía que suceder algo dramático para reversar la situación a su favor si quería iniciar el 2011 con alguna ilusión de ganar la reelección en el 2012. Entonces escogió la moderación y la mano tendida con sus rivales republicanos. Y fue así como decidió endosar la ley de rebajas de impuestos de Bush sin chistar. Enseguida se ocupó de los militares homosexuales y logró que el Senado aboliera la ley del Pentágono llamada ‘Don’t ask,don’t tell’ (no pregunte, no diga), que durante 17 años obligó a gay y lesbianas a esconder su orientación sexual mientras servían en el Ejército. Allí contó con la colaboración de los republicanos. Hace apenas un par de días, consiguió la ratificación del Nuevo Start (The New Strategic Arms Reduction Treaty) entre Rusia y Estados Unidos sobre armas nucleares. Y también ayudaron los republicanos, conscientes de que el tratado es vital para que EE.UU. pueda asumir los retos de una política extranjera difícil en Irán, Afganistán, Corea del Norte, la proliferación de armas nucleares, el Medio Oriente y otros. Se trataba de demostrar la cohesión de los políticos norteamericanos y su voluntad de reducir en 30% las cabezas nucleares de largo alcance, sobre los límites fijados en el 2002. Una decisión que se convierte en ejemplo ante los países nuclearizados o ávidos de nuclearización. Y abre paso a negociaciones con Rusia sobre el tema del sistema de misiles defensivos. En definitiva, Obama termina el 2010 con nota positiva y optimista para él y su partido. Pero la gente se pregunta por qué los republicanos aceptaron colaborar con tanto entusiasmo en Dadt y Start y en cambio boicotearon el plan de ‘estímulos’ o la reforma sobre la salud del Presidente. La respuesta es sencilla: Estados Unidos es un país capitalista que no permitirá la intervención de un gran gobierno en los asuntos que tienen que ver con economía.