El retorno a Moscú del disidente ruso Alexéi Navalni no fue discreto. Al contrario fue rocambolesco y aparentemente con el fin de colocar al presidente de Rusia, Vladimir Putin, su poderoso enemigo, en una posición embarazosa y muy difícil de resolver, sin perder puntos. Veamos.

Alexéi Navalni es un ruso de 44 años que denuncia la dictadura en su país desde hace tiempo. Abogado, político y activista contra la corrupción, se ha distinguido por su sarcasmo contra Putin y su valentía a toda prueba, asumiendo su lucha como ‘misión’ de vida. Para convertirse en el principal disidente del país con centenares de miles de seguidores, reunidos en un partido político que lidera llamado ‘Rusia para el Futuro’. Por lo tanto lo consideran ‘el coco’ del Kremlin, sobre todo de Putin que simboliza todo el poder. En agosto pasado Navalni se encontraba en el exterior cuando fue víctima de un atentado para asesinarlo por envenenamiento con Novichok -agente neurotóxico letal-. Atentado que fue atribuido por muchos como ordenado y perpetrado por el mismo Kremlin.

En hospitales alemanes Navalni fue atendido y pasó semanas en coma y convaleciente. Recuperado decidió regresar a casa con su esposa Yulia, su abogada y su portavoz, alegando que no temía hacerlo porque es “inocente” y nadie podía lastimarlo. Entretanto siguió denunciando la corrupción y la ‘parodia de justicia’ en su país y antes de viajar divulgó el video de un documental sobre un palacio monumental en la costa del Mar Negro que costó más de mil millones de dólares y que -según asegura- es una propiedad escondida de Putin. Más de 100 millones de personas lo vieron (yo lo vi en YouTube). También divulgó una supuesta confesión de un agente del FSB (ex KGB) dando detalles de su envenenamiento. Obviamente, ante tantos desafíos el Kremlin no iba a permitir que Navalni regrese al país fácilmente. Por eso su avión aterrizó en una ciudad no habitual con el fin de impedir que sus partisanos acudieran a su llegada. Y desde el mismo avión lo arrestaron, alegando vagos pecados anteriores mientras deciden qué hacer con él.

Sin duda alguna Putin enfrenta ahora un serio dilema: si condena a Navalni o si intenta deshacerse de él desataría un escándalo mundial cuando sus partisanos salgan a protestar y a enfrentar las fuerzas del orden en más número y con más furia que el sábado pasado cuando llegó y fueron arrestados, revelando una imagen negativa del país que Putin desea evitar. Si no lo arrestan mostraría debilidad, lo que tampoco se puede permitir como dictador que es. Así está la situación como lo había calculado Navalni al tomar el riesgo de volver a casa. La Unión Europea y Washington censuraron duramente su arresto pidiendo su liberación inmediata. Entretanto lo más probable es que lo mantendrán en prisión hasta que se calmen los ánimos y caiga en el olvido. Y es lo que sucedió con otros prominentes disidentes en Rusia.

¿Cómo ayudar a Navalni, y liberar a Rusia del yugo dictatorial? El columnista Bret Stephens del New York Times en su última nota recomienda al presidente estadounidense Joe Biden poner la defensa de los disidentes y activistas políticos que luchan contra la corrupción como prioridad de su política exterior. La medida se llamaría ‘Dissidents First’ para protegerlos en Rusia y en todo el mundo. Recordando que en Sudáfrica no habrían derrotado el ‘apartheid’ sin Nelson Mandela. Y da nombres que vale la pena conocer y recordar como Jimmy Lai y Joshua Wong en Hong Kong, Ilham Tohti y Xu Zhiyong en China, Nasrín Sotudé y Alireza Alinejad en Irán, José Daniel Ferrer en Cuba y Leopoldo López en Venezuela. La moción merece apoyo.