El Festival Internacional de Cine en Cannes de este año es, por unanimidad, de los mejores. Por todo: su organización, el número de participantes, su diversidad, su responsabilidad, etc. Y, sobre todo, la extraordinaria calidad de las películas presentadas. Este año en Cannes el cine dejó de ser un producto de simple entretenimiento sometido a intereses financieros, para convertirse en arte puro que eleva y transforma. Dentro de este criterio el jurado, encabezado por su presidente, Robert de Niro, calificó a los galardonados de la Selección en Competencia cuyo premio mayor es la prestigiosa Palme d’Or. Y la otorgó a ‘The Tree of Life’ (El Árbol de Vida), la última película del misterioso realizador norteamericano Terrence Malik y su quinta en 38 años de carrera. Desde el primer día de su proyección ante los periodistas se sabía que ganaría. Aunque al final de la presentación se escucharon silbidos y protestas en medio de la gigantesca ovación que la saludó... Se entiende que no puede gustar a muchos y que jamás será taquillera. Sin embargo, para otros (incluyéndome) es una película que hará historia y nos marcará para siempre. A mi modesto modo de ver, es una obra maestra. Lo cierto es que hay dos maneras de ver ‘Tree of Life’: la primera puede ser la común y corriente: se va a cine para escapar de los problemas diarios, a desestresarse y a pasar un tiempo agradable. Muy legítimo y saludable, sin duda alguna, pero, en este caso, la película puede disgustar. Es lenta, casi no tiene diálogos y ni siquiera una historia precisa que se pueda contar. La música es clásica, no hay romance ni baile ni canto y la acción está reducida al mínimo. Todo eso puede resultar aburridor, pretencioso, abusivo.La segunda manera implica que el espectador esté dispuesto a entrar en el mundo fantástico de Malik que mezcla lo visible y lo invisible, envía mensajes sublimes y subliminales, invita a reflexionar sobre el sentido de la vida, las relaciones humanas, la relación con Dios... E identificarse con las preguntas transmitidas por los personajes a través de hermosas voces internas. Sólo así la película se vuelve una palpitante experiencia y penetra nuestros corazones, para siempre quedar. La trama de ‘Tree of Life’ es banal. Sucede en dos etapas. La primera en los años 50 en un pueblo de Texas y en el seno de una familia de clase media. El padre (excelente Brad Pitt) es un ex oficial muy autoritario que maneja a su familia de manera rígida, convencido que este mundo es de los ‘duros’. Sus tres hijos le temen y lo resienten; el mayor lo odia y comete fechorías para liberarse de su asfixiante control. La esposa (Jessica Chastain, recién llegada al cine y también excelente) es el contrario de su esposo: llena de amor e indulgencias para sus hijos. Esta parte es extensa y baraja lo esencial de las relaciones humanas. Y pasa por el duelo de un hijo y el inmenso dolor que provoca en la familia... A la vez revela el milagro de la existencia en un mundo de maravillas y fuerzas superiores que guían nuestros destinos. Ante nuestros ojos desfilan imágenes espléndidas de ríos majestuosos, cascadas, volcanes en erupción, escenas de fondos del mar, de abismos, montañas, cúmulos de nubes, animales en libertad que dictan sus leyes (la aparición de dinosaurios se refiere a la ley del más fuerte...).La segunda parte de la película ocurre en el año 2000. Allí el hijo mayor (el siempre impecable Sean Penn) creció, perdonó a su padre, aceptó la muerte de su hermano y se dispone a reunirse con su familia en su totalidad en un lugar que podría ser el paraíso. La película es larga, pero cautivadora. Un consejo: vayan rápidamente a verla -una o mejor dos veces- si llega a los teatros de Cali. No durará mucho; no es taquillera.