A los seis años, Ryan escuchaba atento las historias sobre la situación de los niños en África que su profesora con frecuencia les compartía en clase. Ella les explicó la miseria en la que viven y las enfermedades que padecen -si milagrosamente no mueren- por la falta de agua dulce y potable. Cuando se percató de que, en cambio, a él sólo le bastaban un par de pasos para que el agua saliera del grifo durante horas, supo que tenía que ayudar. Ryan pensó que si construía un pozo, que según sus cálculos le costaría 70 dólares, tendría la solución, al menos de sed, para todos los africanos. Sus papás, una humilde pareja canadiense, lo apoyaron con la condición de que ayudara con los quehaceres del hogar. Meses más tarde reunió el dinero y en el camino se enteró de que una sola excavación valdría alrededor de 2.000 dólares. Se dedicó entonces a contar la historia de África y su intención de cubrirles una de tantas necesidades a sus habitantes, hasta que logró la plata para la excavación de su primer pozo, que fue ubicado en la Escuela Primaria Angolo, en Uganda. En adelante, siguió viajando por todo el mundo, recolectando fondos para ese proyecto que empezó en un aula de primer grado y hoy es reconocida como la Ryan’s Well Foundation.La historia de Ryan -tiene 19 años, ha construido más de 400 pozos y ha obtenido un sinfín de reconocimientos- además de aplaudible, nos recuerda la importancia del agua para la vida y la necesidad de ser activos en la protección y conservación de este recurso vital. Sólo el 3% del total del agua en el mundo es dulce y dicen que para el 2025, la mitad de los colombianos enfrentarán una escasez de este líquido, que tanto la inercia de las administraciones y autoridades como la ausencia de conciencia ciudadana, nos ha impedido prevenirlo. Hace poco hablaba con mi abuelo, quien nostálgico me contaba cómo ha notado la disminución de agua dulce, de agua limpia, a lo largo de casi 90 años de vida. Recordó que existían muchas más quebradas y que las corrientes de los ríos Pance, Meléndez y Lili, sitios de baño de los caleños en esa época, eran más profusas. Además, una vida dedicada a la agricultura le ha enseñado que el agua es su mayor fuente de alimento y que las comunidades dependen de ella para desarrollarse. Hace unos años, el profesor estadounidense David Lilienthal, de la mano del Ciat, proyectó unas obras para controlar las inundaciones del río Cauca bajo un sistema de almacenamiento. Su propuesta se basaba en acumular el agua excedente del invierno para que, en épocas de sequía, fuera utilizada para irrigar los cultivos, evitando así la extracción de aguas subterráneas, cuyos altos contenidos de sal esterilizan la tierra y la hacen imbebible. El gran desarrollo de la agricultura moderna se basa en este sistema y países como Brasil, Perú, Argentina y Uruguay han obtenido resultados importantes con estos reservorios. Colombia, y en especial el Valle del Cauca (con entidades ‘serias’ como la CVC), parecen haber subestimado estos diseños y no en vano hoy padecemos los efectos (inundaciones, erosión, contaminación, escasez).Ahora comprendo mucho más la riqueza y la necesidad de este recurso, reconozco que hemos ignorado sus cualidades, que resulta paradójico lo que profesamos y hacemos, y que la problemática del agua hay que ubicarla en un sitio preferente. Tenemos una deuda grande y debemos resarcirnos, sobre todo por las generaciones que vienen detrás.Ryan marcó un punto de partida alto, pero sea lo que sea que conscientemente cada uno haga, lo importante es empezar.