Estoy en proceso de mudanza, después de muchos años, en un apartamento que ha acumulado, como suele ocurrir, más objetos, muebles y recuerdos de los que es aconsejable tener.
Y mudarse también es mover la energía, sacudir pensamientos, detenerse a meditar sobre los objetos y el recuerdo que viene adherido a ellos como un sticker que no sale ni con alcohol.
Es vivir acostipado por el polvo, descubrir que criaturas arácnidas construyeron vecindarios detrás de los libros, amparadas en la oscuridad.
Y entender que uno viola a diario todas las reglas del feng shui, esa filosofía oriental que implica abrazar cada objeto y preguntarse “¿es esto algo que me representa hoy y algo que representa la persona que quiero ser?”.
Decir gracias, te dejo. Gracias, te dono. Gracias, te desecho como desecho las facetas personales que no vienen más conmigo. Las rotas. Las jamás reparadas. Las que se quedaron chicas mientras crecí. Las que se quedaron grandes mientras dejé partes de mí en el camino.
Qué espiritual es la mudanza, tanto que se cuela en los sueños, y te dice cosas que no habías comprendido y solo ahora empatas y ordenas. Te obliga a editar como si tu vida fuera una novela llena de excesos, y a imaginar la nueva vida como una página en blanco.
Marie Kondo aconseja desprenderse de casi todo lo innecesario, incluidos los libros y cuadros tristes que al parecer convocan bajas vibraciones. Como si la belleza del arte fuera aséptica y funcional. Como si la tristeza no fuera fuente de inspiración y riqueza una vez ha pasado por el filtro de la conciencia.
Mientras muchos odian las mudanzas, yo las amo con la emoción infantil de la novedad, de la promesa. Una teoría tengo: la gente sin vida convierte las mudanzas en una tragedia, pues no han enfrentado más tormentas que estar vivos.
Otras teorías caben: que la mudanza es un entrenamiento para la Mudanza Final. Que las personas incapacitadas para la mudanza sabotean todos los nuevos comienzos.
Me llevaré solo el 20 % de todo, el 20 % que no caduca, el 20 % que sigue vigente pese a todas las mutaciones. Eso que uno sí es. Eso que uno sí quiere seguir siendo. Lo demás es pasión de acumuladores y lo mío, si me preguntan, es acumular renaceres.