Anduvo por Latinoamérica Mahmud Ahmadineyad, el presidente de Irán, es decir, el demonio en persona. Vino invitado por otro sujeto de alta peligrosidad, Hugo Chávez. Visitó a otros dos chafarotes, Raúl Castro y Daniel Ortega, y a un líder honrado, Rafael Correa. El propósito de la visita era demostrarle a Estados Unidos que Irán no está aislado y que tiene amigos incluso en el patio trasero del imperio.Hoy por hoy, Ahmadineyad es el enemigo número uno de Estados Unidos y de Israel porque Irán tiene el programa nuclear más avanzado de los países del ‘eje del mal’. Es para producir energía, dice Ahmadineyad, pero todo el mundo sabe que es para defenderse del inminente ataque de una potencia que lleva muchos años saqueando la región, y de Israel, que daría cualquier cosa por borrar del mapa a Irán, viejo aliado de los palestinos.Obama no ha ahorrado medidas para sabotear el programa. Acaba de aprobar una ley que prohíbe al sistema financiero estadunidense prestar servicios a las empresas que negocien con firmas iraníes. La ONU fue más allá y prohibió a todos los países miembros la transferencia de tecnología nuclear y balística a Irán so pena de congelar los activos de las empresas gubernamentales del país infractor. También restringió el movimiento de funcionarios suyos desde y hacia Irán. Y no es necesario ser muy agudo para sospechar que la CIA y el Mossad están detrás de los atentados terroristas que en los dos últimos años les han costado la vida a cuatro sabios nucleares iraníes y al general Hassan Moqadam, el padrino del programa atómico. Hay que matar al estratega, decían en Roma. Ok, dicen en Washington.El último de estos atentados ocurrió la semana pasada. Aprovechando la congestión de una calle del norte de Therán, un motociclista le adhirió una bomba a la puerta trasera del auto del ingeniero nuclear Mostafa Ahmadi Rosham. El hecho se produjo poco después de que Irán inaugurara una planta subterránea de uranio enriquecido en Fordow, un complejo capaz de resistir bombardeos aéreos. Ahmadineyad reaccionó amenazando con cerrar el estrecho de Ormuz, la salida del Golfo Pérsico, un paso de apenas 48 kilómetros por donde circulan los buques cisterna que transportan el 40% del petróleo mundial. Esta es una broma que Occidente no está dispuesta a tolerar.Es verdad que los derechos humanos son un desastre en Irán y que el índice Gini es muy alto para un país que es el cuarto productor mundial de petróleo y que su Presidente anda en malas compañías. Pero también es cierto que Estados Unidos no tiene autoridad legal ni moral para decidir quién tiene derecho a producir armas nucleares. Si alguien las ha producido y usado mal, son los Estados Unidos.De todas maneras, la mesa está servida para el imperio. Finalizada su intervención directa en Iraq y con sus tropas próximas a salir de Afganistán, la industria militar norteamericana necesita con urgencia un nuevo pretexto. Y cuál mejor que Irán, un país dueño del 10% de las reservas de petróleo del mundo y, fresa sobre el helado, con pésima prensa en Occidente. Cuando puse el título de esta columna tenía en mente a Ahmadineyad. Ahora creo que le cuadra mejor a Estados Unidos y su ya vieja y depredadora presencia en el Oriente Medio.