¿Cuidó bien Santos el legado de Uribe, la seguridad democrática, la cohesión social y la confianza inversionista? Veamos.

La seguridad democrática de Uribe no fue tan segura. Es verdad que les dio golpes durísimos a las Farc pero también fortaleció al paramilitarismo. Debilitó a un monstruo pero revitalizó otro. Santos entrega unas Farc desmovilizadas y desarmadas, la tasa de homicidios en su mínimo histórico y vacías las camas de los hospitales militares.
La cohesión social sigue siendo pésima, en parte, hay que decirlo, gracias al trabajo de ese gran polarizador que es Álvaro Uribe.

La inversión extranjera pasó de los US$9.500 millones de 2010 a los US$14.600 millones de 2017, con un incremento del 54 %, nada mal en un mundo desacelerado por la caída de los precios del petróleo desde diciembre de 2014. Así las cosas, ¿dónde estuvo la traición?

La pobreza bajó del 37 % al 27 % (Dane), las vías de doble calzada pasaron de 700 km a 2100 km, y se entregaron 1,7 millones de viviendas, de las cuales 800.000 casas fueron completamente gratis. Gracias al programa 8,5 millones de colombianos tienen hoy casa propia.

Las relaciones internacionales mejoraron notablemente. Recordemos las tensiones de la Administración Uribe con el Parlamento Europeo por los temas de la parapolítica y los Derechos Humanos, con Venezuela (estuvimos al borde de la guerra) y con Latinoamérica, que giraba entonces hacia la izquierda.

Minsalud incluyó en el POS (Plan Obligatorio de Salud) 2635 medicamentos esenciales, les reconoció a los pacientes subsidiados los mismos derechos de los contributivos, y libró y ganó batallas decisivas contra las multinacionales farmacéuticas.

Por primera vez en la historia de Colombia, la Superintendencia de Industria y Comercio sancionó con multas por $1,7 billones (2012-2018) a las empresas de telefonía celular, a los carteles del azúcar, del cemento, de los cuadernos y de los pañales desechables, artículo cuyo costo impacta principalmente a 2 millones de hogares de estratos 0, 1 y 2.

Así como la negociación con las Farc fue su logro histórico, su lucha contra la corrupción fue su gran descalabro. La rapiña de sujetos de todos los partidos, incluido el suyo, rajan a Santos en esta asignatura clave.

Colombia jugó un papel destacado en dos mundiales de fútbol consecutivos y se convirtió en potencia deportiva latinoamericana (el trabajo de Clara Luz Roldán al frente de Coldeportes merece columna aparte).

El Valle fue uno de los departamentos más favorecidos con los auxilios de la Nación, especialmente con inversiones en Cali y Buenaventura, y sus dirigentes fueron ampliamente convocados: Juan Carlos Mira, Rubén Darío Lizarralde, María Fernanda Campo, Gustavo Lenis, Angelino Garzón, Santiago Castro, Francisco Lloreda y Mariana Garcés ocuparon puestos destacados en el Gobierno.

Federico Rengifo ocupó las carteras del Interior y de Minas y la embajada en París, pero los analistas todavía discuten dónde lo hizo peor.

Con bajo perfil y nobles realizaciones, Alejandro Éder continuó con Santos el trabajo por la paz que había iniciado con Uribe.

Por todas estas realizaciones, por su trabajo en favor de la paz, por la eliminación de la visa Schengen, el ingreso a la Ocde y a la Otan, por el Premio Nobel, por tender puentes con las naciones del mundo y con los más altos tribunales, pero especialmente por responder con clase y discreción durante ocho años a las sucias maniobras de algunos opositores, ¡gracias, Presidente!

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