Venimos superando los que quizás sean los tiempos de mayor dificultad de la historia reciente y en los cuales se conjugaron enormes retos sociales y económicos, todos ellos impulsados por la pandemia de la Covid-19. Aún así y en medio de muchas dificultades, la reactivación está siendo una realidad y la economía parece ir en recuperación.

Sin embargo, el acelerado impulso del crecimiento económico y de la demanda local y mundial nos está planteando un nuevo desafío y es la consecuente alza en los precios de las materias primas y en los costos de producción, algo que debemos atender con cautela.

El aumento de los costos energéticos a nivel mundial, y la situación del mercado internacional por los altos fletes marítimos y la poca disponibilidad de contenedores, sumado a la tasa de cambio, está impactando las importaciones de las materias primas y a su vez, los costos de la canasta familiar. Esto no será, seguramente, un fenómeno de corto plazo, pues deriva de determinantes estructurales mayores, lo que finalmente llega expresado en el aumento de precios a los consumidores y en la inflación que ya estamos evidenciando.

En 2020 la inflación fue de 1,61% por el impacto que trajo la pandemia. Según el Dane la inflación de septiembre 2020 a 2021 estuvo en 4,51% y en lo corrido del año está en 4,33%, ambas por encima del rango meta estimado por el Banco de la República del 2% a 4%.

Frente a esto el Emisor ha optado por aumentar la tasa de interés de referencia en 25 puntos básicos. Ante este panorama, si bien se requiere de gran análisis de la política monetaria que debemos implementar, también resulta fundamental que busquemos soluciones al mediano plazo por los lados de la productividad.

Ya lo venía advirtiendo el Banco Mundial: cuando las autoridades piensen la recuperación de sus países, la reactivación de la productividad deberá ocupar uno de los primeros lugares, evaluar la evolución para entender qué la impulsa y decidir qué políticas se tiene a mano o se deben implementar.

Estamos ante el desafío de la generación de herramientas y mecanismos que nos permitan fortalecer la productividad interna y lograr un grado de cobertura ante embates externos. En ese mismo sentido se hace necesario promover un mayor impulso a la modernización del campo, con mejor infraestructura, que permita un aumento de la producción agropecuaria.

Si bien el incremento de precios que vivimos hoy en el país responde en su mayoría a la pandemia, a un aumento en la demanda, a factores externos como los ya mencionados y a una tasa de cambio que encarece las materias primas importadas, no es tema menor y se le debe prestar atención, pues afecta directamente el poder adquisitivo de los hogares, especialmente de los más vulnerables del país.

Esto también le agrega un elemento complejo a la discusión del salario mínimo, la cual debe comprender que un aumento considerable del costo laboral puede impactar aún más las finanzas de las ya afectadas empresas y golpear directamente la generación de empleo, tan necesaria en estos momentos.

Si la situación inflacionaria a nivel mundial continúa, otro elemento para tener en cuenta es lo concerniente a la cuenta corriente. Seguramente los bancos centrales como el de Estados Unidos recortarán liquidez y aumentarán sus tasas, acelerando la salida de capitales golondrinas de nuestro país, que han ayudado a financiarla.

Debemos tener el ojo en la evolución de la inflación y tomar acciones bajo la premisa de que lo primordial en estos momentos es apalancar la reactivación y la generación de empleo.
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