Si analizamos etimológicamente la palabra bondad esta proviene del latín ‘bonitas’ derivado de ‘bonus’ que significa bueno y el sufijo ‘tat’ que al ser pasado al idioma español se convierte en ‘dad’ y significa ‘cualidad’, por lo que la bondad es el atributo o cualidad de ser bueno.
La bondad es el más grande de los sentimientos y el mayor rasgo de humanidad. Ya lo dijo el escritor norteamericano Mark Twain: "La bondad es el lenguaje que los sordos pueden oír y los ciegos pueden ver", recordándonos que ser bondadosos es la mejor manera de actuar frente a los demás.
La bondad es un valor o una ‘idea suprema’ que puede traducirse en muchas formas de actuar en beneficio de otros. Es elegir hacer el bien cuando no hay recompensa alguna que esperar. Refiere a los pensamientos, sentimientos y creencias asociadas con acciones que intentan beneficiar a otros, como un fin en sí mismo y no un medio para alcanzar un fin.
Las dificultades nos demuestran que la humanidad tiene un caudal inagotable de bondad, solidaridad y empatía. En el mundo de hoy, tan lleno de individualidad y egoísmo, esto puede parecer un sofisma. Pero la realidad es que la supervivencia va unida a la acción de hacer el bien.
Los psicólogos han descrito cientos de casos en los que actos bondadosos como escuchar con atención a alguien y preocuparse genuinamente por sus problemas, han hecho declinar decisiones de suicidio.
David Hamilton, bioquímico escoces, que se ha dedicado a difundir los beneficios de la serotonina, hormona que se libera fruto del bien sentir que nos produce ayudar a los demás, ha profundizado en el bienestar y la salud que trae el ser amables, elementos que ha plasmado en diversos libros sobre el tema. En los mismos valida que la amabilidad retarda los siete procesos que tienen que ver con el envejecimiento, previene la depresión, protege el sistema cardiovascular, además de ser un antídoto contra el estrés.
En el mismo sentido según un estudio del 2017, científicos de Ucla encontraron que la bondad previene el cáncer y las enfermedades cardiovasculares. La investigación realizada demostró que se altera el comportamiento de los genes, rechazando los que promueven la inflamación, que puede provocar enfermedades cardíacas o ciertos tipos de cáncer, y que se aumenta la actividad de los genes que protegen contra las infecciones y los virus.
Si vemos la bondad como una obra espiritual, sabemos que Dios no obliga a realizar el bien, nos otorga la libertad para optar por nuestras acciones. Por tanto, podemos convertir la bondad en un hábito, entendiendo que la cooperación de todas las partes de una sociedad es el mejor camino para el éxito y la supervivencia.
El 13 de noviembre pasado fue el Día Mundial de la Bondad, fecha que se celebra desde 1998. Tuvo su origen en Tokio y nació gracias a una iniciativa del Movimiento Mundial de la Bondad WKM, por su sigla en inglés. Ya son 28 países que se suman año a año a esta celebración que busca inspirar a las personas hacia una mayor bondad y conectar a las naciones para crear un mundo más amable.
Aunque suene contradictorio, el ser generoso con los demás puede ser el acto más grande de amor propio que uno pueda poner en práctica, pues hay un gran bienestar que se devuelve a uno mismo. Ser genuinamente bueno nos lleva a tener una vida más prolongada y feliz. En un mundo con múltiples religiones, razas, posturas políticas, sociales y de género, es necesario tener este punto de encuentro. Ojalá las fechas que se avecinan como la Navidad sirvan para florecer en todos la capacidad para hacer el bien. Seguro será tan provechoso que se volverá costumbre.