Si no subrayo un libro pienso que no lo leí ni podré usar la sabiduría que me aportó. Se resalta un pensamiento que a uno nunca le habría pasado por la mollera, para citarlo si se es un parlero ilustrado o, si se es escritor, para aplicarlo como eficaz epígrafe. Cuando se repasan los subrayados de otro –y aun de uno mismo–, no se pilla la brillantez perceptiva, sino el estado de perturbación en que se estaba sumido. Hace un rato tomé al azar uno de los 30 libros de Emile Cioran de mi biblioteca, para ponerlo en la maleta de mi hija que viaja a estudiar, con el fin de que no le coma cuento a la esperanza ni al porvenir, y encuentro unos adagios espléndidos, si así puede llamarse a tamaño repudio de la existencia por parte del rumano filosofante que no le encontró sentido a la vida y aún así nunca se suicidó. Por esas revanchas de Dios, murió en París paralítico, afásico y con Alzhéimer, dando razón al título de su obra, ‘Del inconveniente de haber nacido’.A los autores de la desesperación hay que leerlos con beneficio de inventario, y si se pasan de amargos usarlos para mezclar cocteles. A Cioran lo leo como a Woody Allen, buscando la chispa que arriba al puerto de la risa y la admiración. Lo cierto es que pone a pensar, dando la razón aun en el despojamiento de las creencias que uno traía. Revisemos algunas de esas gotas amargas:1. “Tratándose de pésames, todo lo que no es cliché raya en la inconveniencia o la aberración”. Cuando murió mi padre, Aguilera Garramuño, que andaba conmigo a todas partes, tuvo la originalidad de decirme: “Perdóname que no lamente la muerte de don Jesús, pero es que yo nunca tuve tanta confianza con él”. 2. “Todo aquel que ha soportado una adversidad mira por encima del hombro a quienes no la han padecido. La insoportable infatuación de los operados…”. Me pasó cuando el dermatólogo René Rodríguez me injertó pelo, en una operación que fue un calvario con final feliz. Creo haberme vuelto más sabio, pues evoco el verso de Vicente Huidobro: “En mi cabeza cada cabello piensa otra cosa”. 3. “Innegable ventaja de los agonizantes: poder proferir trivialidades sin comprometerse”. Tiene razón, qué tal el “Todo es tan aburrido!” de Churchill, el “¡Dispara, cobarde!” del Che, el “Dios mío, ¡qué pasó!”, de Diana Spencer y el “¡Me dieron!” de John Lennon. 4. “Sobrevivir a un libro destructor es tan penoso para el lector como para el autor”. Autocrítica formulada cuando le reportaron que nadie se suicidaba con sus aforismos mortales. 5. “Desembarazarse de la vida es privarse de la satisfacción de reírse de ella. Única respuesta posible a quienes nos anuncian su intención de suprimirse”. Inteligente salida para salvar del auto aniquilamiento a los fanáticos de su prédica. Y de paso cubrirse de responsabilidades morales, que le importaban un corcho. 6. “El método más eficaz de hacerse amigos fieles es felicitarlos por sus fracasos”. Felicito a todos aquellos que critican esta columna y abogan porque la cierren. 7. “Por si no tuviera bastantes preocupaciones ahora me inquietan las que debían conocerse en la edad de las cavernas”. Yes. Es una carga inútil abogar por las penas ajenas y sufrir por la humanidad irredenta, cuando no podemos solucionar nuestros propios bollos. 8. “No haber hecho nunca nada extraordinario y morir sin embargo extenuado”. Sin ánimo de pronunciar las últimas palabras. 9. “Sólo un gran poeta podría permitirse semejante majadería”. Con eso queda dicho todo.