Hace 528 años recibimos la cultura europea en nuestro continente, el de la esperanza. Han pasado 210 años del grito de Independencia. Y estamos a casi cuatro años de haber hecho el plebiscito por la paz convocado para que los colombianos aprobáramos o desaprobáramos lo dialogado en La Habana y en el que resultó ganador el No con 6.431.376 (50,21%), contra 6.377.482 (49,78%) del Sí. Luego de eso se firmó definitivamente el 24 de noviembre de 2016 ‘El acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera’.

A escasos cuatro años, para cumplirse en el mes de noviembre de este año 2020, la firma de este acuerdo con los delegados del gobierno y los de las Farc-Ep, y con la situación extraordinaria y que como dice el papa Francisco, nos tomó de improviso, al temor y la angustia de la muerte inesperada del Covid-19, estamos viendo el aumento inusitado de la muerte por las masacres de jóvenes que casi a diario acontecen en nuestra Patria, con la indolencia de quienes la producen o están detrás de ella, como lo dice el profeta Ezequiel, profanando lo más querido y preciado por el Creador, cual es el ser humano.

Hay que buscar las causas de esta cultura de muerte que se ha enquistado en nuestra Patria y que pareciera que de alguna manera existe solapada en las actitudes de los seres humanos cuando en búsqueda y por la ambición del poder utilizan cualquier medio para llegar y mantenerse en él.

Inicié con una palabra que es de origen griego, la ‘Hybris’, que entre ellos es la desmesura del hombre que se desarmoniza o se desequilibra en su comportamiento haciendo más de lo que debe hacer, de lo permitido.

En ello podemos profundizar mejor cuando nos acercamos al teatro griego, allí podemos observar -en los tres grandes Esquilo, Sófocles y Eurípides-, cómo esta Hybris se manifiesta casi como un guión en todas ellas, cuando un hombre se le olvida su realidad y quiere usurpar el campo de los dioses del Olympo. Entonces ellos se le atraviesan y le hacen sentir su atrevimiento y es así que vemos que sus personajes son dioses que encarnan pasiones tormentosas, seres sobrehumanos dominados por una fuerza irresistible, la ‘fatalidad’, que los arrastra a cometer crimen tras crimen, en Esquilo.

A Sófocles le interesa presentar los sufrimientos por los que deben pasar los hombres expuestos por el destino a situaciones extremas, y Eurípides se dedica por entero a pintar los dramas de la vida real; los problemas y las pasiones que agitan a sus contemporáneos atenienses, y en sus labios pone entonces reflexiones morales y filosóficas.

Ya decía el profeta Ezequiel que cuando el hombre olvida su naturaleza se vuelve arrogante, soberbio, orgulloso, se quiere elevar a la altura de Dios y termina enfrentándose con el mismo hombre y con el mundo, atrayendo para sí la muerte porque con su accionar se aleja de Dios en desobediencia y en ambición. Lo invade la Hybris.