Por: monseñor José Roberto Ospina Leongómez, obispo de Buga
Hemos venido preparándonos, durante esta Cuaresma, para celebrar los misterios de amor y de salvación de Dios para con nosotros sus criaturas. El jueves, en la eucaristía, Jesús confió su sacerdocio ministerial a algunos hombres, nos pidió que nos amáramos unos a otros como él nos ha amado y que esto se manifestara en el servicio, expresado en el lavatorio de los pies… El viernes, nos conmovió el relato de la pasión, según san Juan, en donde parecería que todo acababa allí, en el fracaso de un inocente considerado un infame al ser crucificado…, pero tanto amor, el Padre celestial no lo iba a dejar perder, y ha resucitado a su Hijo, Jesucristo.
Nos dice san Pablo que, si Jesucristo no resucitó, vana es nuestra fe. Por eso, con música, luces, proclamación de la historia de la salvación, agua, en recuerdo de nuestro bautismo, y celebración del rito eucarístico, hemos cantado aleluyas, nos hemos dado la paz y las felices pascuas y se ha acrecentado nuestra esperanza, porque el que murió, está vivo…
San Lucas, en el texto de hoy, nos recoge algunos aspectos que complementan estos acontecimientos. “Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos, pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo... Cuántos momentos de desaliento, de soledad, de tristeza, de desesperanza hay en el corazón de todos nosotros, y no somos capaces de reconocer que el Señor camina a nuestro lado…”. Él les dijo: ¿Qué conversación es esa que traen mientras van de camino? Ellos se detuvieron con aire entristecido. “Muchos de nosotros vamos también comentando la situación nacional, con aire entristecido y con el corazón ‘arrugado’. Pero, dejemos que Jesús hable a nuestro interior, al explicarnos las Escrituras y nos muestre la responsabilidad compartida que todos tenemos, si somos capaces de invitarlo a quedarse con nosotros y no dejarlo seguir de largo”.
“Y entró para quedarse con ellos”, y estando con ellos, al partir el pan, “lo reconocieron, y se dijeron el uno al otro: ¿no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las escrituras?”. Les hago una invitación a los lectores, que tomen el evangelio y lean completo el texto para que Él, que conoce nuestro interior, hable a cada uno según sus inquietudes. Es fácil considerar este relato como un hecho pasado, pero no, es más actual de lo que podemos imaginar. El encuentro con Jesús vivo nos sorprende siempre y, en esta Pascua, nos sorprenderá con creces.