La política es en esencia un acto teatral. Así todos sepamos que el propósito último es el poder, la política funciona mejor si quienes gobiernan se esfuerzan en actuar como si su única voluntad fuera servir a la gente. Si, por el contrario, la actuación es mediocre y la gente recuerda que solo se trata de una lucha sin escrúpulos por el poder la legitimidad de la política se diluye.Lo preocupante de esta campaña presidencial es que ambos candidatos se empeñan en desnudar los motivos más mezquinos de la política. El desprecio por guardar las apariencias ha llegado a un punto tan bajo que sus actuaciones comienzan a ofender.Es insultante que Óscar Iván Zuluaga no sea capaz de responder si es él o no quien aparece en el video del hacker. Es cierto que el episodio tiene todos los trazos de una celada y que la Fiscalía se prestó para filtrar el video, pero no admitir lo evidente raya en el absurdo. El escándalo a fin de cuentas no fue sobre el contenido del video, casi nada de lo que se dice puede inferirse como delictuoso, sino sobre el hecho que Zuluaga mintió. Dijo que no conocía al hacker, luego que solo fueron 5 minutos y al final, ante las pruebas, admitió que fueron 20.Entonces decidió hacer silencio sobre el episodio, temeroso de enredar aún más su credibilidad. Sin embargo, un país no puede darse el lujo que un candidato no sea capaz de dar una respuesta sobre un hecho tan contundente. Cuando se niega a decir sí o no y entra en trance catatónico uno se pregunta si es realmente él, Óscar Iván Zuluaga, a quien están entrevistando ahora.Su mentor, Álvaro Uribe, no le ayuda. Acaba de acusar a un periodista de RCN de tener información sobre un fraude en la Registraduría. Si la idea es convencer a la opinión que los uribistas no chuzan, nada peor que acusar con una información que debería ser reserva del periodista. ¿Cómo se enteró Uribe que el periodista tenía esa información?Pero si Zuluaga es el campeón del descaro Juan Manuel Santos es el campeón del cinismo. Un simple recorrido a sus posiciones y alianzas no dejan lugar a dudas que lo único que lo ha motivado en su carrera es su ambición de ser presidente.Ahora resulta que según Santos el gobierno de Uribe, del cual hizo parte, fue un período de guerra sucia, corrupción y paramilitarismo. Pero no solo no lo denunció entonces sino que se valió de su popularidad para tener la oportunidad de ganar una elección presidencial, algo que nunca hubiera podido por sus propios medios. El día que ganó las elecciones agradeció a Uribe y dijo que era uno de los mejores presidentes de nuestra historia republicana.No ha sido la única vez que ha cambiado de opinión. A mediados de los 90 se reunió con Carranza, los paramilitares de Castaño y la guerrilla para remplazar en una jugada de escritorio al presidente Samper. La justificación era que él, por su cuenta, tenía un proceso de paz casi listo, -“de un cacho”, dijo-, pero que Samper era un estorbo por los dineros del narco en su campaña. Una década después acusó a Rafael Pardo de lo mismo, de conspirar una paz con la guerrilla para tumbar a Uribe. Lo peor era que la acusación era falsa.Por eso desconcierta que Pardo haga parte de su gobierno y que Samper haga campaña por su reelección. ¿No eran acaso en palabras de Santos un conspirador y un narcopresidente? Todo lo que le dijo el país, ¿era solo un pretexto para ser presidente? ¿Puro teatro?