Hace dos siglos, en Japón, el maestro Hikaru entrenaba al joven Takumi en las artes marciales.
El alumno era animoso y rico en talentos, pero le costaba mucho dedicarse a algo con perseverancia.
Por eso Hikaru lo comprometió a practicar también la jardinería, seguro de que así aprendería a consagrarse a algo.
Las primeras plantas que Takumi sembró se secaron porque se olvidaba de regarlas y cuidarlas.
Eso le dolió mucho y con el apoyo de su maestro, paso a paso, creó el buen hábito de mimar y cuidar su jardín.
Y así, casi sin percatarse, también creó con repetición y dedicación el estupendo hábito de entrenar varias horas todos los días.
Con el tiempo Takumi fue un luchador casi que invencible y cada día miraba esta frase que le dio su sabio guía:
“Un acto pasajero es un hilo de araña, pero con la repetición, poco a poco se convierte en un hábito y resiste como un cable de acero”.