El pensador francés La Rochefoucauld acertó al decir: En los celos hay más amor propio que amor. En los celos hay mucho egoísmo y muy poca humildad, hay kilos de dudas y gramos de confianza. La verdad es que a veces el celoso no confía porque su vida está estigmatizada por amores furtivos. Es el caso de los padres infieles o libertinos que coartan a sus hijos porque dudan de ellos con base en su vida turbia. El antídoto para los celos está en un amor puro, no posesivo, apoyado en la fe; un amor libre y liberador. También ayuda tomar consciencia de que los celos casi siempre atizan la hoguera que se pretende apagar. Cuando te quieres confías en ti y sabes que puedes confiar en los demás sin la pesadilla de unas dudas enfermizas. Si una persona es para ti llegará a tu vida, si no lo es, nunca llegará o partirá en su momento justo.