Más que la movilidad, la inseguridad o el desempleo, dos graves problemas agobian a la ciudadanía caleña: el déficit de vivienda y la falta de educación para los niños entre 1 y 5 años.Según los datos disponibles alrededor del 40% de las familias caleñas (promedio de 4,6 personas por familia) viven en casas o apartamentos alquilados. Esto ocurre en los sectores de menores ingresos en la ciudad, y llamar casas o apartamentos a los sitios en que habitan es una concesión de la lengua. Se parecen más a cambuches o campamentos donde todo falta, en barrios o veredas surgidos de la nada, en medio de oleadas de invasiones ilegales o urbanizaciones piratas en las que todo es precario: el agua, los servicios públicos, los servicios educativos y de salud, los espacios públicos, el transporte y, como no podría ser menos, la existencia misma. Allí se crían decenas de miles de niños en medio de la violencia y el maltrato, labrándose un horizonte de zozobra y formándose en la escuela de la desesperanza.No nos extrañemos que del universo de esta Cali sin vivienda propia cada año que pasa surjan hordas de jóvenes furiosos, forjados en la carencia de bienes materiales y de afectos, dispuestos a todo para sobrevivir en una ciudad que les ha sido hostil desde el día en que abrieron sus ojos a la vida. Es la fuente de donde brotan todos los males y, peor aún, lo que no permite contemplar el futuro con optimismo.Mas grave todavía: para estos millares de niños la educación no existe. Sabemos, por datos oficiales, que el mayor déficit en la oferta educativa de la ciudad se concentra entre los niños y niñas pobres menores de 5 años. El padre de familia caleño, o la madre -casi siempre la madre- se encuentra ante una situación de espanto: no tiene vivienda y tampoco puede educar a sus hijos.Esto pasa en casi media ciudad. La otra media, un poco menos angustiada, tampoco es que se encuentre de plácemes. Hace poco el director del Sisben reveló un estudio según el cual el 85% de los caleños vive en la pobreza. De este total el 42% pertenece a los estratos 1 y 2, y el 43% restante al estrato 3. Estos últimos viven en medio de un sándwich terrible, con tendencia mayoritaria a ver empeorar su situación. En esta Cali desamparada las dos preocupaciones principales de todo padre de familia son dónde vivir y dónde educar a sus hijos. Y no encuentran respuestas, pues no las hay. Y si acaso existen algunas tan sólo alcanzan para los grupos de la parte alta del estrato 3. En otras palabras, más de media ciudad se encuentra en situación de lucha por la supervivencia, sin que haya ninguna garantía sobre sus posibilidades de éxito.Pese a la insistencia de muchas personas, a múltiples estudios de todo orden y a evidencias fácticas de otras partes, ninguna autoridad ha entendido que no existe megaobra más importante para Cali que construir u grupo importante de preescolares públicos, ubicados en los territorios de las comunidades pobres, donde docentes especializados guíen a los niños y niñas en sus primeros pasos. Eso cambiaría las cosas para bien y le daría a los desheredados una segunda oportunidad en esta Cali nuestra tan insolidaria.Vivienda y educación inicial, los dos asuntos claves de nuestra ciudad. Atendámoslos o sigamos en el infierno.