Ha llegado el día decisivo. La elección presidencial culmina en medio de una profunda polarización y ensombrecida por los escándalos de la campaña del Pacto Histórico que evidencian una vez más el deterioro ético de la política electoral.
Es una jornada electoral que no está aislada del contexto internacional. La Cumbre de las Américas reunida en Los Ángeles hace 10 días reflejó la polarización política que vive una región que se debate entre los ideales de la democracia planteados por la Carta Interamericana y los modelos dictatoriales de Cuba, Venezuela y Nicaragua. En medio de esos extremos, en años recientes, se han dado en distintos países elecciones caracterizadas por la polarización y el surgimiento de gobiernos populistas de izquierda o de derecha, algunos con tendencias autoritarias y con discursos ‘antisistema’, que proponen retos a la institucionalidad.
Desde Honduras hasta Chile, desde Brasil hasta Perú, y desde México hasta la Argentina, hay lecciones que nos deberían enseñar la importancia de elegir bien, para poder enfrentar la pobreza, la corrupción y las desigualdades incrementadas por la pandemia, sin debilitar la democracia.
Colombia tiene hoy en el tarjetón dos propuestas claramente diferenciadas que marcarán nuestro futuro. Una, la del Pacto Histórico, nos llevaría hacia un Estado cada vez más burocrático, intervencionista y omnipresente en la vida cotidiana económica y social, modelo que en otros países ha restringido libertades y ha deteriorado la competitividad productiva y la sostenibilidad del desarrollo. Propuesta impulsada además por un equipo que reúne a figuras emblemáticas del clientelismo y la politiquería tradicional, apoyado por asesores extranjeros cuestionados en sus países, y que acuden al todo vale para destruir al opositor.
La otra ruta de país, la que plantea Rodolfo Hernández, prioriza romper con las redes de corrupción y las relaciones clientelistas e impulsar un modelo de Estado austero, más pequeño y eficiente, que promueva el emprendimiento y el avance eficaz en la realización de derechos sociales, económicos y políticos. Su campaña no destruye a quien piensa distinto, reconoce la importancia de la oposición y recomienda transformaciones alineadas siempre con los marcos democráticos.
Es una elección que impondrá a cada uno de los colombianos un papel más activo en la política nacional. Por lo observado en el discurso y las actuaciones del Pacto Histórico, de ganar esa coalición los ciudadanos tendremos que estar vigilantes para controlar posibles excesos de los elegidos y defender así los valores de la institucionalidad democrática, las libertades y la ética en el manejo de lo público.
Si gana la Liga de Gobernantes Anticorrupción, el apoyo ciudadano será fundamental para que Rodolfo Hernández pueda impulsar su agenda de cambio por la transparencia, en un Congreso y en un entorno político en el que no faltarán los conflictos y ataques de los sectores acostumbrados al abuso y a las prebendas burocráticas.
El voto en blanco no debería ser la salida en una jornada decisiva para el futuro de la patria. Apoyar a Rodolfo Hernández y a Marelen Castillo es una oportunidad para hacer historia, pues, a pesar de intentos previos, ningún líder ha convocado con tanta fuerza a los votantes con una agenda de lucha frontal contra la corrupción, fenómeno que debilita al Estado de Derecho y la convivencia, empobrece a los países y frena el desarrollo. Mi voto es por Rodolfo Hernández, los invito a votar por el que es.