1. De la naturaleza. Desde la antigua Grecia se nos enseñó que el hombre es sociable por naturaleza (nomoi zoon politikon). Y que estamos en este mundo no sólo para coexistir como los rebaños sino para convivir, para integrarnos, incluirnos, aún para amarnos.Nos unimos voluntariamente de modo formal como en las sociedades o asociaciones. Pero también necesitamos re-unirnos informalmente. En esto son maestros los españoles. En España todo el mundo tiene su bar-café. Antes de llegar a casa todo el mundo se toma un mosto o una cerveza con unas tapas, habla casi a gritos sobre política, fútbol o toros con conocidos y desconocidos, se desahoga de los problemas laborales y familiar. Una catarsis cotidiana. De este modo no tienen que llegar al hogar a matar a la mujer ni a los hijos. Hay réplicas menos afortunadas en los bares de otras partes a fin de sacudirse un poco la soledad gringa o europea.En Bogotá fueron proverbiales los cafés: eran verdaderas instituciones: hubo hasta 60 cafés en diez manzanas del centro: poetas, abogados, políticos, pensadores, científicos, intercambiaban puntos de vista para estar de acuerdo o en desacuerdo a fin de respirar y reformar el mundo.2. De los cafés a los centros comerciales. Los cafés se regaron por toda nuestra geografía. Aquí en Cali los hubo famosos durante décadas: eran réplicas del muro de las lamentaciones o de las exultaciones. Quedan algunos. Los viejos tenían sus ‘bancas’ en el Paseo Bolívar y en la Plaza de Cayzedo hasta que fueron desalojados por la venta ambulante. En las ciudades intermedias y en los poblados menores aún son sagrados los cafés. Los hay de todos los estratos sociales si bien son lugares donde departen desde en jefe hasta el empleado: en el café desaparecen las clases sociales. Los temas políticos y religiosos se tratan quizás a gritos pero sólo con armas dialécticas.Sin embargo, en los grandes centros como Bogotá han ido desapareciendo “como los dinosaurios”. Hoy la gente se reúne de muchas otras maneras. Pasa como en los países grandes: el público se va a los centros comerciales porque en ellos, a lo mejor, no te matan.3. De las fuentes de soda a las tertulias. En nuestra juventud eran las fuentes de soda a lo largo de la Avenida Sexta. Pero la inseguridad las clausuró. Claro: tampoco era negocio tolerar unos muchachos parlanchines con mera gaseosa. El gran programa consistía en ver pasar los buses de las niñas al salir de los colegios. Era suficiente para dormir suspirando en paz. Fueron cuajando las tertulias. Se iniciaron en ‘los Turcos’. Pero como ahora hay que encerrarse, tenemos tertuliaderos en muchos lugares. El Café Gardel de la Sexta. Los grupos de Chipichape. La 14 de la 6ª. El primer piso del Centro Comercial Centenario (hay jueves con más de 15 catanos) y viernes numerosos en el ‘Corrillo de Mao’. En los clubes, el más antiguo, concurrido y conocido es ‘Corfichimbas’, con más se 60 miembros y 32 años de historia. Lo anterior, sin contar los costureros y mesas de juego de señoras, siempre encerradas. Y los paliques ocasionales en veraneaderos, casas de campo, en Dapa o en Calima. Esta nota ligera, para respirar un poco antes de sucumbir en la asfixia politiquera del 2014.