1. Os-lo aseguro. ¿Por qué Oslo (Noruega) para iniciar los acercamientos hacia la paz? Que nadie sea tan mal pensado y suponga que se debe a que allí asignan premios Nobel como el de la paz: ¿Si no hay paz que al menos haya Nobel y si no hay Nobel que al menos haya reelección? Recuerdo el sujeto a quien le preguntan qué nombre le pondrá al hijo que acaba de tener su mujer: “Juan, como yo, pues si no es mío que al menos sea tocayo”.2. Os-lo indico. Por curiosidad, observe en los medios el porcentaje de espacios dedicados a los temas de guerra y paz en Colombia. Para el resto de asuntos nacionales a duras penas quedan notas marginales. Racionemos estas delicadas materias y permitamos el discurrir normal del país. El presidente Santos ofreció colaborar con un voto de silencio a fin de poder dedicarse a gobernar. Por eso está bien enfriar los ánimos en Oslo. Ojalá que estos no se calienten luego en el calor de Cuba y de las discrepancias y, sin duda, en los que aparecerán en un año electoral como el entrante. Así, pues, deseamos locomotoras en marcha: cortemos cintas en lugar de alborotar micrófonos.3. Os-lo advierto. Cuando se habla de guerra y paz afloran todas las disputas ideológicas y las polarizaciones. Observemos, simplemente. Para algunos sectores sólo funciona la pax romana que consiste en que una parte domine y luego someta a la otra hasta su rendición. Dan por sentado que toda aproximación con los subversivos fracasará inexorablemente debido al reciente recuerdo negativo del Caguán donde se habló de todo pero no resultó nada. Pero hay que pensar: si los sometidos quedan resentidos, la sicología del siervo dominado puede llevar a nuevas formas delictivas: la violencia no desaparece, se transforma. Para otros, que se autocalifican de izquierdistas, la paz está a la vuelta de la esquina: en rascar y en hablar de paz no es más que empezar y luego hacer toda clase de concesiones. Muy simplista: no se puede entregar el Estado a una subversión que no está preparada para gobernar y generar crecimiento, desarrollo y equidad: 50 años predicando su sermón de la montaña contra lo instituido no habilitan para ordenar las instituciones. Hay que advertir: como siempre, la solución no está en los extremos sino en el medio.4. Os-lo sugiero. 1. El país debe seguir su marcha más allá de la ecuación guerra = paz. Por mucho, en el proceso se involucran directamente unos cuantos miles de colombianos. Entre tanto, más de 45 millones de compatriotas tienen que seguir sobreviviendo, viviendo y respirando. 2. Si aspiramos a una conciliación y reconciliación todos tenemos que ceder: las partes en conflicto directo (Gobierno y guerrilla), los sectores productivos y los actores sociales, las ideologías intransigentes, la Fiscalía y las Cortes, las leyes mismas, los actores internacionales y las normas globales. Para que una paz perdure luego de la dejación de las armas debe incluir importantes transformaciones en materia de participación, equilibrio, equidad y justicia. De lo contrario, pronto estaremos en las mismas con iguales o distintos actores.