En este caótico país es bueno para la salud recordar aquellos eventos o situaciones en que el amor ha jugado un papel especial en la vida de las personas cercanas, y eso me propongo hacer hoy.Corrían los últimos años del Siglo XIX y mi bisabuelo Cortés, padre de 10 hijos de su primer matrimonio con Cecilia Gregory, contrajo nuevo matrimonio con el resultado de subir a una docena el número de sus descendientes: 7 mujeres y cinco hombres. Como suele ocurrir, la armonía familiar se afectó en grado sumo y a eso se juntó la situación política de fin de siglo que fue angustiosa.El buen hombre resolvió matar dos pájaros de un sólo tiro y envío a las 5 hermanas, hijas de su primer matrimonio, a Barcelona, donde contrajo matrimonio mi abuela; una de sus hermanas se casaría años después con Pantaleón Gaitán Pérez, nieta de Lorenzo María Lleras y de su primera esposa y de esa unión nacería Jorge Gaitán Cortés, primo hermano de mi madre, pariente mío por lo Cortés y por lo Lleras y uno de los mejores alcaldes que ha tenido Bogotá, Jorge.Mi tía Julia estudió pintura y era una buena artista; mis tías Dolores (Lola) y Carlota estudiaron piano y la segunda -uno de mis personajes inolvidables- se graduó como pianista bajo la dirección del gran compositor y pianista, Enrique Granados de quien, por cierto, el sello Hyperion acaba de grabar -como volumen 65- una obra en la gran serie de Conciertos Románticos para piano.Mi abuelo regaló a su hija un bello piano Bechstein que ella a su vez me regaló muchos años más tarde, cuando decidí estudiar música (lo que hice por más de 10 años); como parte del generoso obsequio me llegó una vieja fotografía del maestro tomada en 1916 dirigida a su discípula y enviada por correo, en la cual le anunciaba que en pocos días tomaría un buque en Nueva York, donde se había presentado interpretando sus bellísimas Danzas Españolas, El Concierto Partitura en la Mesa, Goyescas, Iberia y otras piezas, con destino a Londres; con él viajaba su esposa según se supo después, pero no la mencionaba en la tarjeta.Efectivamente, el 24 de marzo de 1916, el SS Sussex fue torpeado por los alemanes en el Canal de la Mancha; Granados fue rescatado de las aguas pero vio de lejos que su esposa batallaba por mantenerse a flote y sin pensarlo dos veces saltó al agua y nado hacia ella con el triste resultado de que ambos murieron ahogados; así eran los caballeros de ese entonces. Siempre me preguntaba sí, como caballero, tenía que hacer lo que hizo o si todo fue el resultado de su amor por ella. Si lo segundo, es una hermosa prueba de amor.Ahora bien: mi tía Carlota fue lo que la biblia llamaría la discípula amada del maestro y parecería que mantuvieron correspondencia desde comienzos del Siglo XX cuando la familia regresó a Colombia y marzo de 1916, mes y año de su última tarjeta.¿Había más correspondencia? Con seguridad sí pero pudo ocurrir que ella la hubiera destruido, pues yo no la encontré jamás; puede también haber sido incinerada por Teresa (su hija) y mi madre quien, seguramente afectada por los bárbaros que quemaron nuestra casa y mi piano de cola y el retrato del maestro, haya cometido ese sacrilegio, que incluyó los archivos de mi tía Lola.Si esta hipótesis va más allá de una sencilla amistad de 12 o 15 años, no ha pasado nada, pero yo no lo creo y, si tengo razón, es otra bella historia de amor: Granados muere por salvar a su esposa pero siempre conservó un afecto especial (¿amor?) por mi tía Carlota, que no le impidió ser un gran caballero español.Los tres grandes músicos españoles de finales del Siglo XIX y comienzos del XX han sido, sin duda, Albéniz (abuelo de la primera esposa del presidente Sarkozy), Granados y Joaquín Rodrigo con su popularísimo Concierto de Aranjuez y la hermosa Fantasía para un Gentilhombre, lo mismo que de innumerables conciertos para una, dos o más guitarras.Hablando de mi piano quiero recordar hoy, cuando se cumplen 63 años del incendio de nuestra casa y de la destrucción del hermoso instrumento, cómo se ha venido deteriorando aún más el orden público en Colombia.