Algún criticón profesional podría decir que la familia de alguien (mía en este caso) no le interesa a nadie y que la historia, tan ligada a aquellas, tampoco. Grave error. En el mundo entero se han publicado miles de memorias que narran la vida de alguien muy importante (Napoleón, Bolívar, etc…) y de su familia cuando ha participado en la construcción de la nacionalidad en una u otra forma.En Colombia, por ejemplo, Alberto Lleras antes de que se agravara su salud, alcanzó a publicar un volumen que llamó ‘Mi gente’ en el cual habla de su rama Camargo, comenzado por su antepasado el General Sergio, y de su rama Lleras, que él y yo compartimos: es nuestra gente y a Lorenzo María Lleras, primero de la estirpe, llama con razón “mi formidable abuelo”.Mi padre alcanzó a escribir 11 ó 13 volúmenes de sus memorias, que son más las de la política en la segunda mitad del Siglo XX pero no alcanzó a escribir sobre sus años de presidencia.En escala menor, pero no sobre la política, yo publiqué dos volúmenes de mis memorias que para mi sorpresa me llevaron al primer puesto entre los libros más vendidos, 6000 de cada volumen, que para un país mayoritariamente analfabeta no es un buen índice de lectura.En agosto pasado se me entronizó en el Colegio Mayor del Rosario, hoy Universidad, un magnífico retrato al óleo del abuelo de Alberto, bisabuelo de mi padre y tatarabuelo mío; aparentemente estuvo en el claustro y seguramente los conservadores lo sacaron después de alguna guerra civil en el Siglo XIX.El cuadro perteneció a don Felipe Lleras Manosalva, hermano de don Santiago, presidente de Colombia y casado con una Triana, hermana del Sabio y de mi tatarabuela y lo tenían Carlos Caballero Argáez y su esposa, mi doble parienta Claudia Gaitán, descendiente de Lorenzo María en su primer matrimonio e hija del que fue uno de los mejores alcaldes que ha tenido esta ciudad, Jorge Gaitán Cortes, primo hermano de mi madre. Ella y su hija Susana donaron el retrato que fue instalado en gratísima ceremonia en la Rectoría, hoy en manos de otro lejano pariente, José Manuel Restrepo, descendiente del historiador del mismo nombre, Secretario del Interior de Bolívar y autor de importantes textos sobre la historia de Colombia.Pues bien para comenzar por donde toca, L.M. Lleras nació en Bogotá en 1811 y a los 31 años fue Rector del Colegio Mayor del Rosario, y de ahí el retrato y la placa que se muestra en el corredor el claustro. Amigo de varios de los conspiradores septembrinos y admirador irrestricto del General Santander, consideró -frente a la salvaje represión de las tropas venezolanas y de su jefe Rafael Urdaneta (el primero de esa familia vinculado a hechos septembrinos) que era prudente viajar a Filadelfia donde, entre esta ciudad y Nueva York, sobrevivió traduciendo piezas de teatro que se vendían en Bogotá; se logró sostener allá, donde perfeccionó el inglés y el francés que luego trataría de implementar en su colegio y regresó a tiempo para recibir a Santander en Santa Marta y en Chocontá.Don Lorenzo casó dos veces, sucesivamente con dos hermanas de una familia que le aportó mucho al país; doña Liboria y doña Clotilde Triana. Eran ellas hijas de don José María Triana Algarra, patriota destacado, jefe civil y militar de Zipaquirá y padre también de quien casó con Santiago Pérez (presidente 1875) y del sabio, José Gerónimo Triana, en cuyo honor se bautizó la Catleya Trianae, miembro de la expedición coreográfica y británico ilustre que fue distinguido en Londres y en París por sus enormes conocimientos y por la publicación de dos o tres volúmenes sobre la flora colombiana.Los Lleras Triana fueron 18 y su descendencia y sus cónyuges conforman un libro de 98 páginas en letra pequeña, sin biografías. De los dos hijos del primer matrimonio, Ricardo murió soltero en París y Susana contrajo matrimonio con Felipe Pérez a quien no sé porque se ha echado al olvido. Logré conseguir su biografía y hablaré de él próximamente.