Magnífico el Octavo Festival de Música promovido y organizado por la Fundación Salvi; dos o tres apuntes sin trascendencia pueden hacerse respecto del “aporreador de pianos” y del grupo Húngaro (¿gitano?) que es más propio de un programa de variedades que de un festival. Otros aspectos han quedado en manos de los críticos de la música, no siempre buenos conocedores.Este año, Cartagena fue un lugar especial: no sólo los conciertos públicos y privados y las transmisiones por televisión, sino toda la infraestructura relacionada con jóvenes y niños le da un carácter casi único. Por cierto que la Orquesta Filarmónica Juvenil me dio una maravillosa sorpresa, como me la dieron los músicos colombianos que se han ido vinculado al Festival.Durante los mismos días las artes visuales coparon la agenda: la estupenda exposición de Jim Amaral en el Museo de Arte Moderno; la de Meninas, original y hermosa; la de artesanías de la Chica Morales, de altísima calidad como todo lo suyo; la de la Galería Nora Haime, innovadora y responsable de llevar a la ciudad arte moderno internacional y por último, la exposición de Art-Cartagena que merece capítulo aparte.En efecto, Walker y Ximena Tapias, con el apoyo de Celia Bilbracher y la compañía de un Comité de Honor se lanzaron a la aventura y salvaron el obstáculo de espacios disponibles en la ciudad al tomar el hotel Bóvedas de Santa Clara, para exponer obras de unas 15 galerías colombianas y extranjeras y de numerosos artistas.La gente respondió al desafío y el ‘Hotel-Galería’ estuvo hasta los topes hasta el domingo 12, cuando terminó Art-Cartagena.Varias horas gasté recorriendo las inteligentes y hábiles instalaciones repletas de pinturas, fotografías, esculturas e intervenciones de toda índole; debo mencionar las pequeñas pero exclusivas muestras de joyería.Espero que el resultado final de la aventura sea tan positiva como todos lo anhelamos.¿Qué podría faltar en esta semana del 4 al 12, si a lo anterior agregamos una buena cobertura de prensa? Pues los libros.Y las novedades no faltaron: con interés leí el libro de José Vicente Mogollón sobre el descuido en que la Nación ha tenido el Canal del Dique y los perjuicios que esta negligencia ha causado en materia de navegación, inundaciones, contaminación, daños a las playas de Cartagena y los ecológicos inconmensurables a las Islas del Rosario.Por supuesto que dentro de 10 o más años pasará lo mismo que con Nicaragua: ¿Por qué no estudiamos ni hicimos nada a tiempo y ahora ya se murieron los corales, se acabó la fauna marina y las playas se echaron a perder? ¿Quiénes son o serán los responsables? Todos a una, dirán los supervivientes que recuerden el caso de Nicaragua. Por supuesto, el único consuelo para Mogollón, será recordar, “se los dije”. Este tema me apasiona pues tuve una vinculación profesional con las obras de 1984 en el Dique, que ahora parece, que tampoco fueron las mejores.El segundo libro que ojeé fue el de García Márquez, Periodista; como yo no soy experto ni adorador del autor (que sí admirador) y no le digo Gabo, pasé un poco por encima de sus 400 o más páginas esperando que más adelante siga escogiendo los aspecto que más me llaman la atención.El tercer libro que estoy leyendo es el apasionante relato de Rodolfo Segovia sobre el asedio de Cartagena por Murillo y su ejército en 1815, que permitió y permite medir el valor y la entrega y de los cartageneros y de sus líderes, categoría que se ha ido desapareciendo desde hace años como inevitable consecuencia de los malos alcaldes que los políticos han hecho elegir desde que se creó la elección popular de estos ‘servidores públicos’ (?).No puedo, pues, quejarme de la falta de lectura para mis tiempos intermedios entre concierto y concierto o para mis permanentes desvelos que me llevan a leer diariamente hasta las dos o más de la mañana.