Después de cuatro años como defensor del Pueblo, Carlos Negret que recorrió la Colombia profunda en jeep, a caballo, en lancha o a pie por selvas, ríos y montes, observando de cerca el abandono del Estado y la estela de violencia de guerrilleros, paramilitares y narcos, será reemplazado por Carlos Camargo, exdirector de la Federación Nacional de Departamentos.

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Seguí los pasos de Negret al leer la entrevista de Fernán Martínez, en El Tiempo en 2016. Un personaje que solo podía surgir en Popayán. Carlos es tataranieto de Tomás Cipriano de Mosquera y sobrino del exsenador Víctor Mosquera Chaux. Abogado javeriano, vinculado tanto al sector público como al privado. Especialista en derecho internacional de los derechos humanos de la Universidad Alfonso X de España.

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Tuvo una niñez difícil, al morir su mamá a los 29 años y su padre a los 40. Vendió brownies en el Liceo Cervantes de Bogotá, fue mensajero en la Caja Agraria y mesero en varios grilles para pagar su carrera de abogado. Además, carguero en las procesiones de Semana Santa de Popayán y exhibe con orgullo el callo que le dejó tan particular oficio. Por orden médica abandonó la alcayata, al sufrir un cáncer de linfoma hace 3 años.

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A los 32 años, en 1994, fue candidato del Liberalismo a la alcaldía de Popayán. Perdió con el conservador José Gabriel Silva y Samper lo nombró Cónsul en Chicago. En 2016, Santos lo ternó como Defensor del Pueblo y fue respaldado por 146 votos, entre 147, en la Cámara de Representantes.

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Desde entonces lo vimos los colombianos, siempre en blue jeans, defendiendo con pasión a los desplazados y despojados de las tierras, a los presos hacinados en cárceles y abogando por los guerrilleros reinsertados. Resultaron ciertas sus alertas al Gobierno, ante la inminencia de asesinatos y masacres en esa Colombia profunda que recorrió palmo a palmo.

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La votación en el Senado por Carlos Camargo, ternado por el presidente Duque, fue casi apoteósica con 140 votos, menos los 11 de la oposición que recordaron su errático paso por el CNE, donde cerró las investigaciones contra Oscar Iván Zuluaga y Juan Manuel Santos, por el caso Odebrecht.

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Al revisar su currículum de burócrata de corbata y saco, deduje que la vara alta que dejó Negret como personero del Pueblo, no será igual a la del elegante cordobés, de la casa Char, en un país donde sistemáticamente se violan los derechos humanos, dimensionados hoy con las masacres, (no “homicidios colectivos”, según eufemismo oficial) de jóvenes marginales e indígenas en Llano Verde, Samaniego, Tumaco, el Tambo, Arauca y Venecia (Antioquia).

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Posdata. ¿Por qué las autoridades colombianas no tramitaron a tiempo la extradición de Salvatore Mancuso, que había prometido contar la verdad y toda la verdad a la JEP, sobre el macabro período de las autodefensas? Solo cuando los abogados del exjefe paramilitar pidieron asilo en Italia, la Cancillería, el Cónsul en Washington y la Ministra de Justicia iniciaron a prisa los trámites de rigor. ¿Quiénes temen que se conozca la verdad de los crímenes de lesa humanidad, cuyas heridas siguen abiertas en un país que se resiste a vivir en paz?