Por: monseñor José Roberto Ospina Leongómez, obispo de Buga
Después de enseñarnos Jesús a orar sin desfallecer, el domingo anterior, hoy nos enseña cómo conviene orar, proponiéndonos la parábola del fariseo y el publicano, pues algunos se tenían por justos y despreciaban a los demás. Nos dice: “Subieron dos hombres al templo a orar: el uno era un fariseo y el otro un publicano. El fariseo, puesto de pie, oraba en su interior así: Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: ten compasión de este pecador. Les digo que éste bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
Quien le pide a Dios compasión, le está diciendo implícitamente: quiero ser mejor persona, obrar como conviene, he fallado, necesito que me perdones y que con tu compasión me transformes, me hagas semejante a ti.
Quien se compara con los demás y le da gracias a Dios por no ser como los otros, le está diciendo implícitamente: ¿te has fijado en mí? Vengo, no porque necesite de ti sino para que me recompenses lo bueno que soy, el esfuerzo que hago, las limosnas que doy al pagar los diezmos… Esta manera de orar, Jesús la descalifica.
¿Cómo es nuestra oración? ¿Se parece a alguna de estas dos formas de orar? O ¿pienso en que hay mucha gente que no ha conocido el amor de Dios, y quiero pedirle al Padre celestial por ellos para que lo conozcan, se dejen amar por Él y sean salvados?
Hoy la iglesia celebra el día universal de las misiones, día instituido por el Papa Pío XI, en 1926, como un día especial de oración y de concientización sobre el deber de todo creyente de anunciar a otros que Dios es Padre misericordioso, que ha querido hacernos sus hijos en Jesucristo y que nos ha dado su Espíritu para transformarnos en imagen suya, al tener compasión y perdonarnos, para que tengamos nosotros también compasión. Este día, además, es ocasión para dar una ofrenda que ayude al sostenimiento de las obras misioneras y de quienes entregan su vida para anunciar a Jesucristo como el único salvador del mundo. Solidaricémonos con ellos orando y dando una contribución económica.