En el encuentro con el presidente Santos, Lula da Silva fue más claro que el agua: “Nada justifica el terrorismo como instrumento de lucha política”.Luego, la candidata del PT, Dilma Russeff, posible presidenta en primera vuelta de Brasil el próximo 3 de octubre, hace hincapié en que la posición de su posible gobierno “es clara respecto de la lucha frontal contra el narcotráfico y el terrorismo”.Y después, el candidato de la socialdemocracia, José Serra, me dijo en Sao Paulo: “Las Farc son una fuerza terrorista y narcotraficante que debería ser preocupación fundamental de cualquier gobierno en el Brasil”. Son sólo tres muestras de la opinión que se tiene en el Brasil de este grupo de antisociales que el pasado miércoles minaron, remataron con tiro de gracia y finalmente incineraron con gasolina a catorce muchachos de la Policía en Doncello, Caquetá.De este acto de barbarie se jacta ‘Wilmer’,” quien parece está encargado de transitar con la guadaña bestial esta zona de Colombia. No es la primera vez que este municipio ha sido blanco del terrorismo. Y no será la última vez que reclama atención social y militar del Estado que pareció olvidarse de una zona que en el gobierno Pastrana se utilizó para la distensión que nunca llegó. Por eso está a la deriva, bajo el miedo de estos asesinos que se han propuesto mostrarse de la manera más cruel.Porque la verdad es que están a tiro y sin fórmula en sus principales centros productores. En esas guaridas que utilizan para esconderse de la persecución que soportan. Y esto va a continuar. Es su manera, condenada por todo el mundo al igual que el secuestro, para comunicar que están vivos y que no están dispuestos a ceder en su obsecuente lucha terrorista. Ya nadie cree en sus artilugios porque el planeta entero sabe de sus mañas para capotear los únicos pedidos que les hace la sociedad colombiana para pensar en el comienzo de un diálogo con ellos: libertad de los secuestrados sin condiciones y eliminación de las masacres inhumanas como la de Doncello. A ellos poco les importa esto. A esta hora, cuando han transgredido todos los límites posibles, es muy poca la vergüenza que les da por sus bestialidades. Por eso, la Fuerza Pública debe tener suma prudencia en patrullajes a sitios de gran peligro. Y, como lo señalan los analistas militares, borrar todo tipo de orden que implique transporte de tropas en conjunto por esos caminos de la patria.Los coletazos de la bestia se vieron también en el Norte del Cauca, donde dejaron sin agua a cuatro poblaciones de trabajadores que ellos dicen defender pero que a la hora de la verdad no les importan cuando de poner escudos humanos se trata.Y para que la población coopere, el Estado y los políticos deben saber que esto es más que las balas y la guerra. Que son las obras y la atención a las necesidades básicas de la gente las que hace creer que entre todos podemos funcionar contra los terroristas que matan hermanos con tiros de gracia y después los incineran.La bestia está acorralada, mientras la opinión internacional sigue mirándola con la lupa del desprecio. Pero hace falta más Estado social.