Aunque existan iniciativas valiosas orientadas a apaciguar ánimos y atender necesidades urgentes de los más vulnerables, Cali sigue asolada tras seis meses del paro. Peor aún, desde lo público no hay señales que expresen determinación por reconstruir. Pareciera que el Distrito perdió interés en responder con prontitud y generar remedios; o que su designio es mantener una ciudad desastrada, abierta a fuerzas que desean destruirla.

Que un funcionario esté apresado por sus demonios interiores, sus prejuicios de clase, sus ideas populistas o sus agendas electorales es parte de los avatares democráticos. Pero si conociendo las falencias del gobernante y el rechazo general a su gestión no se usan los recursos que ofrece la democracia para cambiar las cosas, es la propia sociedad que acepta lo inaceptable y los líderes civiles quienes fallan. Por tanto su destino adverso quedará sellado.

La filantropía y la caridad son indispensables ante situaciones de emergencia, pero no bastan. Las soluciones verdaderas, las transformaciones capaces de generar estructuras justas y sostenibles, solo se concretan mediante políticas públicas idóneas y el ejercicio eficiente y transparente del poder del Estado. Si ese poder se deja en manos de quienes no saben ejercerlo apenas se obtendrá la multiplicación de los males.

Digámonos la verdad: muchos representantes de sectores económicos y otras fuerzas sociales se lamentan por las desgracias pero no se les ve la decisión, lo que se llama valor civil, para exigir transformaciones. La excepción en este panorama de abulia colectiva está representada por una manifestación valiente y solitaria de la Unidad de Acción Vallecaucana, y por grupos ciudadanos que con pasión cívica y escasos medios vienen impulsando la revocatoria del gobierno local.

Este es el caso del comité denominado ‘Cali Decide’, que logró la extensión del plazo para entregar firmas hasta el próximo febrero. Hablé con miembros de ese colectivo y les hice varias preguntas. En primer lugar me aclararon que su iniciativa tiene carácter ciudadano y cuenta con estudiantes, pequeños empresarios, activistas sociales y simpatizantes de distintas vertientes políticas, pero sin conexión con algún partido en particular. Esta precisión es importante ya que para blindarse el alcalde Ospina viene acusando a quienes buscan su revocatoria de pertenecer a una derecha conspirativa y nefanda.

En la conversación referida mencioné mi escepticismo porque muy pocas revocatorias han prosperado en el país. Sobre el particular explicaron que el talón de Aquiles del procedimiento es que su validez depende de una participación alta de quienes conforman el censo electoral. Luego agregaron que tal peligro no existe en este caso porque debido a consideraciones presupuestales, la consulta debe organizarse por la Registraduría junto con la próxima elección de Congreso o Presidente. Unos comicios que tienen votación cuantiosa garantizada.

Algo me quedó claro en estas indagaciones: la Cali que amamos no aguanta más de heridas supurantes, de destrucción, de ausencia de directrices, de falta de autoridad. El resurgimiento depende de que la ciudad tenga una tripulación capaz de superar el desastre. Esa es la posibilidad que ofrece la revocatoria y que muchos comienzan a considerar. ¿Será que se logra?
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