Uno de los viajes más famosos de la historia reciente de la cultura occidental es el realizado entre 1831 y 1832 por un intelectual francés de renombre, llamado Alexis de Tocqueville, a la parte oriental de Estados Unidos, en compañía de su amigo Gustave De Baumont, con el pretexto de estudiar los sistemas penitenciarios, pero con el objetivo real de ver cómo funcionaba la democracia en un país recién fundado, desprovisto de tradiciones propias. A su regreso a Francia publica el libro ‘De la democracia en América’, en el que recoge las observaciones de la experiencia vivida. Este libro sigue siendo, después de casi dos siglos, una de los principales fuentes de la moderna reflexión sobre la democracia, que se desarrolla actualmente en el mundo. En Colombia circula en ediciones de bolsillo, pero ha sido poco leído por nuestros intelectuales. Su lectura puede ayudarnos a entender lo ocurrido recientemente con la elección a la presidencia de EE.UU. de un personaje tan exótico y sorprendente como Donald Trump y, sobre todo, las características de esa sociedad, tan distinta a la nuestra.Lo más importante del análisis que lleva a cabo Tocqueville de la sociedad norteamericana es el hecho de que pone de presente las virtudes de lo que es un régimen democrático pero, al mismo tiempo, sus vicios y sus contradicciones. La palabra clave que nos define una democracia, según el autor, es igualdad o, mejor aún, la aspiración a la igualdad. En su recorrido por este país observaba la manera como la difusión de ese criterio igualitario, en contraste con su mundo europeo, había transformado poco a poco las relaciones entre los hombres y las mujeres, los empleadores y los empleados, los dueños y los que carecen de propiedad, las diferencias entre las diversas ‘razas’ que poblaban el nuevo territorio, las desavenencias entre gobernantes y gobernados, los vínculos entre los diferentes niveles del gobierno, la convivencia entre los más diversos grupos religiosos, y demás. Para el aristócrata que él era, en Estados Unidos se estaba produciendo una gran revolución, que marcaba inevitablemente el futuro del mundo occidental: la igualdad como nuevo criterio ético y político de todo tipo de relaciones sociales.Sin embargo, su gran preocupación es que esa idea de igualdad se podía convertir también en el fundamento de una “tiranía de la mayoría”, en un gobierno de la opinión, en una autocracia del promedio, bajo el predominio de “la mitad más uno”. La generación que había hecho la independencia americana a finales del Siglo XIX ya había desaparecido en el momento de su viaje y no se vislumbraba por ninguna parte el surgimiento de nuevos talentos. Toqueville atribuye esta situación al hecho de que esa idea de igualdad se había convertido también en una forma de “nivelar por lo bajo” las costumbres y de impedir que los más talentosos sobresalieran. Y por esta vía el gran peligro que veía en el nuevo tipo de sociedad que tenía ante sus ojos, so capa de la igualdad, era que la estupidez y la tontería se convirtieran en el criterio rector de la vida colectiva, en una forma renovada del despotismo, si no se le oponían contrapesos, el más importante de los cuales, sin lugar a dudas, era el respeto por las minorías.Esta “democracia de la opinión” es lo que estamos conociendo hoy en día, no solo en Estados Unidos, sino en el mundo entero. ¿Qué hace posible que a la presidencia de Estados Unidos llegue un hombre xenófobo, misógino, impreparado, histriónico, que seduce con sus veleidades al gran público? Respuesta: la tiranía de las mayorías que convierte la estulticia en criterio de gobierno. Solo nos queda esperar que ese gran país pueda recuperar todas sus reservas históricas para escapar de sus propios abismos.