La sociedad francesa inventó hace más de tres siglos la institución del intelectual, como aquel personaje que, habiéndose destacado en un campo científico o cultural, aprovecha de su notoriedad pública y de su prestigio, para intervenir en favor de todo tipo de causas. El personaje más emblemático en este sentido en el Siglo XVIII fue el filósofo Voltaire, pero no el único. Durante el Siglo XIX tenemos figuras tan importantes como Víctor Hugo, el gran ‘Pater familias’ del campo cultural de la época o Emile Zola, (quien probablemente inventó el nombre) y se hizo célebre por su participación en la defensa de un judío injustamente acusado y condenado (el famoso affaire Dreyfus). Todavía se lee con fruición su panfleto ‘Yo acuso’, que conmovió los cimientos de la llamada Tercera República Francesa.Durante el Siglo XX conocimos también un buen número de personajes que cumplían estas funciones, y Jean Paul Sartre, el llamado ‘príncipe de los intelectuales franceses’ fue tal vez la figura más destacada. Célebre por sus intervenciones en asuntos públicos como la guerra de Argelia, el caso Cuba o la defensa de presos políticos, en alguna ocasión la Policía intentó arrestarlo por su participación en una huelga de la factoría Renault Billancourt. Enterado del asunto, Charles de Gaulle, en célebre frase, resumió desde el poder el significado de la institución: no se detiene a Voltaire.Alrededor de la figura del intelectual en Francia hay mucha tela que cortar. Se trata, en una buena medida, de un fenómeno mediático. En alguna época, visitar en París Le Cafe Flore o Les Deux Magots, el lugar de reunión de los intelectuales en la bella plaza de la iglesia de Saint Germain de Près, era tan importante como visitar la Tour Eiffel o Les Champs Elysées. Los medios de comunicación seleccionan y promueven al cenáculo público algunas figuras emblemáticas y les otorgan un poder enorme, más aún hoy en día. Sin embargo, el asunto real y cierto es que los intelectuales ejercen una influencia, imperceptible pero profunda, en la sociedad francesa, a pesar de todo. Existe hoy en día en Francia una nueva generación de intelectuales, que probablemente no tiene una obra que mostrar de la misma calidad de las dos generaciones anteriores (la de Sartre o la de Foucault) , pero que probablemente es mucho más eficaz en sus actuaciones y tiene muchos resultados que mostrar.Existen intelectuales de derecha y de izquierda; muchos viven en función de sus intervenciones públicas y de la posición que los medios les otorgan, algunos se han comprometido en posiciones partidistas. Pero, más allá de la perversión de la institución como tal, hay otros que han entendido que el lugar de intervención del intelectual es la defensa de causas universales, o humanitarias, y la crítica y el control de los abusos del poder. Desde este punto de vista, el intelectual se convierte en una institución más de la democracia contemporánea. Lejos estamos en Colombia de una situación en la que los sectores ilustrados puedan tener una autonomía frente al poder y se empeñen en su fiscalización y en su control, sin ser cooptados por sus redes.