Tenía pensado escribir sobre la importancia de que un buen candidato a la alcaldía de Cali, como Alejandro Eder, hiciera desde ahora alianzas locales con un sector de los Verdes, específicamente con Michel Maya, buen conocedor y crítico de la corrupción local. Sin embargo, esta alianza no es suficiente para ganar y en Cali se requiere, además, de apoyo de los sectores medios y populares organizados. Pero el bloqueo de la minga indígena en la carretera Panamericana me incita a opinar prioritariamente este respecto.

Si nos atenemos a las ‘peticiones de las comunidades’ indígenas que publica El País en su edición del pasado domingo, se puede argumentar que las demandas son básicamente razonables, implican acuerdos pactados con gobiernos anteriores y algunas que parecen nuevas son interesantes, como darle atribuciones ambientales a las autoridades indígenas y reglamentar las competencias de la guardia indígena. Me parece que es obvio que las demandas, así sean legítimas, no se pueden resolver en medio del paro. Requieren, una vez más, un compromiso que resulte de una mesa de trabajo en un tiempo razonable.

El tema es que para levantar el bloqueo de la Panamericana, los indígenas piden la presencia del presidente Duque. Esta es la exigencia de un grupo étnico que, bien lo saben los antropólogos que han estudiado de tiempo atrás la manera como se relacionan con las autoridades centrales, piden respeto y reconocimiento del Estado a su pueblo y autoridades territoriales locales. Le sucedió a varios presidentes, desde Belisario Betancur, incluso a regañadientes a Uribe en Cali. Ahora nos encontramos con la negación intransigente del presidente Duque a hacer presencia y reconocer la autoridad indígena. Exigir su presencia implica vincular a la máxima autoridad nacional, pero no implica firmar unos acuerdos que, repito, deben ser objeto de una mesa de trabajo en la que el Gobierno bien puede señalar sus limitaciones presupuestales y también la imposibilidad de resolver, de una vez, un problema que lleva bastante tiempo y tiene muchas aristas. Considero que el Presidente debería venir al Cauca, para que se levante el bloqueo y para instalar la mesa de negociación, seguramente presidida por la Ministra de Gobierno que ha actuado con valentía en estos días, pero no es el jefe del Estado.

Todos los grupos de presión están infiltrados en el paro de los indígenas. Hay política por todos los lados; también sectores armados y violencia entremezclados. Pero, es fundamental percibir que hay un problema y un discurso propiamente indigenista, nos guste o no nos guste a los ciudadanos. Es un error confundir al movimiento indígena con los grupos armados y con el ‘terrorismo’. No confundirlos no quiere decir que no hayan cometido errores de estrategia política. Uno de ellos es optar por tácticas de presión que implican hechos de violencia y la afectación de sectores sociales que no están comprometidos con el conflicto. Hay que dejar a un lado la idea, tan arraigada en Colombia, según la cuál se requiere apelar a mecanismos de fuerza para hacerse escuchar y tener logros. Visto desde el Estado, que el gobierno debe actuar con la fuerza armada, apenas afloran las reivindicaciones sociales, que se conciben de entrada como ilegales y terroristas.

He transitado la carretera Panamericana hasta Santander de Quilichao. Son muchos los sectores sociales que se han visto afectados. Algunos de ellos muy pobres, deambulando a pié por la carretera de regreso a Cali. El movimiento indígena puede resultar perdiendo legitimidad ante la sociedad por sus acciones. Pero el Gobierno y específicamente el Presidente también. Presidente: venga al Cauca para que se levante el bloqueo e instale la mesa de trabajo para un acuerdo razonable.