Las fotos, los videos, las noticias y las opiniones que se han conocido sobre la sequía en el Casanare son dramáticas: miles de animales muertos, especialmente chigüiros. La discusión de fondo no es sobre las cifras. Más bien, es perentorio reflexionar sobre el fenómeno, determinar posibles responsabilidades y emprender acciones de largo aliento para contrarrestar casos similares. Se han pronunciado voces autorizadas, como la del exministro de Medio Ambiente, Manuel Rodríguez Becerra y otras más. De manera general, es posible afirmar que no hay una causa particular: hay varias, unas más generales y otras más circunstanciales. Se puede pensar, por un lado, que la sequía es un producto del ‘cambio climático’ global. Esta es una verdad cierta, pero parcial: el territorio afectado está bien delimitado y de tiempo atrás presenta épocas de invierno y de verano muy pronunciadas. Es necesario pensar entonces en una razón complementaria que parece tener en esta oportunidad fundamento: se trata del uso y manejo que se ha hecho del territorio, ya sea con la ganadería, con cultivos intensivos, o con la explotación del petróleo, entre otros. Es necesario preguntarse cuál ha sido la deforestación del territorio, cuál es el uso que se le da a las aguas de los ríos, quebradas y a las aguas subterráneas. Tres temas que pueden tener responsables distintos. Impacta la manera como cada grupo de interés trata de justificarse y de evadir su responsabilidad, así sea parcial, en el problema. Especialmente, los petroleros insinúan argumentos sustentados en “investigaciones”, según los cuales su industria no tiene un efecto negativo sobre las aguas del subsuelo. Otra cosa dice un profesor experto de la Universidad Industrial de Santander y de muchas otras universidades en el mundo. Una buena conclusión es entonces considerar que sequías como las del Casanare, tienen explicaciones en fenómenos globales, como el Cambio Climático, pero también en el uso circunstancial que se le viene dando al suelo y al recurso hídrico.Se requiere un Estado muy fuerte para contrarrestar lo que está sucediendo y da estupor escuchar a la Ministra de Medio Ambiente protestando por el incumplimiento de las petroleras con el compromiso logrado para que llevaran agua en carrotanques. Ahora bien, más allá del caso particular del Casanare, es importante volcar nuestra atención sobre lo que está sucediendo en Colombia, particularmente en las ciudades, asunto que no nos preocupa hasta que no tengamos situaciones de emergencia. Recientemente, el profesor Mario Andrés Gandini de la Universidad Autónoma de Occidente y su grupo de colaboradores presentaron los resultados de un trabajo realizado para el Dagma sobre cambio climático en la ciudad de Cali. Trataron de cuantificar toda la producción en equivalente de dióxido de carbono CO2, uno de los factores que más incide en el cambio climático. Pues bien, en Cali, en promedio, cada habitante produce dos toneladas de CO2 al año. A esta cifra, se le debe restar la capacidad de ‘captura’ que tiene el municipio, por ejemplo a través de sus árboles, parques y zona rural, para llegar a una situación óptima de ‘carbono neutro’. Aunque aún no hay una cuantificación de esta cifra de captura, se considera que es mucho menor que la del CO2 producido. En este momento, la situación no es dramática, pero se requiere hacer pedagogía sobre el problema y comenzar a actuar, en todas las ciudades colombianas. El tema no implica solo a las llanuras del Casanare.