Voy a iniciar desde su primera administración. Vale la pena recordar que lo que se cobró para financiar las llamadas Megaobras fue un fiasco, nada parecido a su costo.

Fui de los primeros en pagar de contado el valor total a mi cargo. Creí que era un plan profesionalmente concebido. Pensé que estaba basado en proyectos claramente definidos y valorados. Me equivoqué de cabo a rabo. Lo que más duele es que no fui yo el único engañado, todos los que pagamos el total del gravamen de valorización fuimos ingenuos y creímos en el alcalde, incluidos los habitantes de pocos recursos.

Se ofreció mejorar y engalanar la avenida Roosevelt, construir el puente de Chipichape, hoy una necesidad urgente no solamente por el tráfico que ha aumentado considerablemente, sino también porque se inunda con frecuencia.

No obstante, la obra de mayor urgencia era la prometida ampliación de la carretera al mar, entre la portada y el retén forestal, lugar de reunión de los guardas bachilleres y estacionamiento de las primitivas ‘gualas’.
Siempre he tenido la curiosidad de conocer dónde les hacen la revisión técnico mecánica a dichos vehículos de uso público. Se invadió nuevamente, lo que el municipio había comprado hace algunos años, lo cual aumentó el precio de la obra de manera considerable. Pero lo insólito es que al cabo del tiempo, su Secretario de Obras anunció que no se podía acometer dicha ampliación, debido su excesivo costo y que se están considerando nuevas alternativas. ¿Cómo podemos creer en una alcaldía que no cumple con lo que promete, a pesar de haberlo cobrado?

Al alcalde Ospina se le acusa, con razón, de evitar las licitaciones y realizar el pago de las obras con negociaciones directas. Me imaginaba que esta turbia costumbre se iba a corregir, pero en su lugar, él presentó recientemente un proyecto de acuerdo que ampliaba el objeto social de Emcali, con el fin de poder continuar haciéndolo.

¿Qué motivo lo indujo a autorizar unas fiestas, omitiendo las precauciones necesarias de salud? Ahora estamos sufriendo las nefastas consecuencias. Siendo médico de profesión, me imagino que conocía mejor que nadie las consecuencias. No solo eso, se le olvidó utilizar el tapabocas en un gran jolgorio. Luego pidió perdón, lo natural cuando se equivoca. Una autoridad con tan altas responsabilidades no puede cometer estos elementales traspiés.

Cuando ocurrió el paro y se implementaron los bloqueos, no se escuchó su voz de protesta. Se estaban violando los derechos ciudadanos para movilizarse. Ni siquiera se dio cuenta de que los más afectados eran los habitantes más frágiles, puesto que se dispararon los precios de los alimentos y se imposibilitó el acceso a los servicios de salud. Luego, se disculpó diciendo que los hechos lo habían sobrepasado.

Recientemente en un desacuerdo con el Ministro de Defensa, el Dr. Ospina le manifestó que se regresara a Bogotá, puesto que él mandaba en Cali. Se sentía fuerte por los diálogos sostenidos con la primera línea, ignoraba que no todos obraban de buena fe. El vandalismo y la destrucción que sufrió la ciudad no fue producto de fantasmas. ¿Será que cuenta con los recursos para prevenir e investigar las bombas que matan a los policías?

La clasificación de los colegios públicos de Cali, en las pruebas del Saber da vergüenza.

Se esfumó su credibilidad y su autoridad.