La ciencia no ha logrado encontrar una solución efectiva a la expansión del coronavirus y en los casos de quienes se contagien, tampoco existen medicinas efectivas para combatir el Covid-19. Por consiguiente, la única fórmula que se ha aplicado, universalmente aceptada, es la cuarentena. Una fórmula ancestral.

Existen solamente paliativos parcialmente aceptados. Las soluciones que se anuncian en las redes sociales y las que difunde el presidente Trump son falsas, y se originan en el hábito de pensar con el deseo.

Lo que sí no es ancestral es la tecnología moderna, impensable en el pasado. El internet, los computadores y los teléfonos inteligentes se han convertido en un inmenso alivio, su difusión ha ayudado a hacer más llevadero el aislamiento físico. No reemplaza, pero sí puede decirse que es un sucedáneo para socializar, comunicarnos y departir con familiares y amigos, lo lamentable es que no está a la mano de los más pobres.

No sé qué se hubiese hecho, en el campo educativo o en las empresas, en los aspectos administrativos, sin la ayuda de la tecnología. La irrupción de la pandemia hubiera paralizado abruptamente todas las actividades educativas y productivas, sin fórmula de solución.

La educación a distancia no es novedosa en Colombia, desde hace más de siete décadas, en 1947, inició operaciones Radio Sutatenza con sus programas educacionales y culturales. Nuestro país fue el precursor de la educación a distancia, lo cual debe llenarnos de orgullo y acrecentar nuestra autoestima, vulnerada por la crítica frecuente, cimentada en el rencor. Otros países imitaron el ejemplo de Sutatenza.

Hoy, la cuarentena decretada para el 100% de los estudiantes matriculados en colegios y universidades, forzó la implantación de la virtualidad, en el sistema educativo. Obviamente los computadores y el internet fueron un gran salto tecnológico sobre la radio de antaño, constituyeron una revolución que estamos asimilando.

Las universidades han dado un salto cuántico para adaptarse a las nuevas realidades, lo puedo afirmar de la Universidad del Valle, pues participo en el Consejo Superior. Aún falta mucho pelo para moño, sin embargo, el esfuerzo ha sido inmenso, aceleró el proceso anhelado.
Claro está que la virtualidad no sustituye totalmente la educación presencial, pero una amalgama de ambos sistemas amplía la cobertura. Es más factible que con los mismos recursos se pueda llegar a más población. Son las oportunidades que se presentan cuando nos abruman los problemas. Se dispara la creatividad.

El mundo empresarial se ha visto forzado a que las asambleas y las juntas directivas se realicen virtualmente. Curiosamente este hecho ha cambiado nuestros hábitos; se inician con una puntualidad inusual, prima el orden en las discusiones o comentarios, lo cual ha permitido acotar el tiempo. Además, ha aumentado la participación y abaratado los gastos. Quienes son convocados disponen de más tiempo para otros menesteres, puesto que se evitan los desplazamientos. No es necesario viajar a otras ciudades, cuando los miembros viven en distintas regiones.

Diría como un antiguo adagio, “que no hay mal que por bien no venga”.

Se dice que las pandemias modifican nuestras normas y costumbres. Imposible anticipar todos los cambios, estos son meros ejemplos de lo que nos puede sobrevenir.