Al momento de escribir esta columna, no se conocen los resultados de las elecciones presidenciales. Sin embargo, queda claro que hay varios mensajes que los colombianos le están mandando a su nuevo presidente. Así como varias tareas pendientes que demandarán mucho de la capacidad de liderazgo de quien fue elegido ayer.

Primero el mensaje. Aunque parezca que son muchos, todo se resume en uno, cambio. Es más que evidente que nuestro país demanda un gran cambio. Estamos hastiados de la corrupción y demandamos una economía más dinámica capaz de generar más empleos. La diferencia radica en las formas para lograr esto, y el reto para nuestro presidente será justamente unir y convencer a la mayoría de los colombianos que su estrategia y políticas lograrán el cambio deseado.

Pasemos a las tareas. Estas son más numerosas, complejas y estructurales. No son el resultado exclusivo de la falta de decisión política de gobierno Duque para tramitarlas. Entra a jugar un papel importante la acumulación de años de gobiernos que no han querido usar su capital político para solucionar problemas de fondo en nuestro país.

En primer lugar, la reforma tributaria. Si bien todos los gobiernos en los últimos años han tramitado una y en algunos casos hasta dos, ninguna ha logrado atacar el problema estructural de la desfinanciación del Estado y la equidad en la tributación. En todas las reformas anteriores se han abordado distintos puntos y se puede hablar de logros parciales en el equilibro de las finanzas, sin embargo, el problema continúa. El gobierno entrante cuenta con algo de tiempo, pues mientras el precio del petróleo se encuentre por encima de los 100 dólares la presión fiscal de corto y mediano plazo es mínima.

En segundo lugar, la reforma pensional. Muy de la mano de la necesidad de cuadrar las finanzas públicas, una de las mayores presiones que se tiene en las cuentas del gobierno es el pasivo pensional. Esto está marcado no solo porque los colombianos vivimos más hoy que cuando se diseñó el sistema, sino porque la metodología de prima media genera unos subsidios a las pensiones altas que trae presión fiscal, generando a su vez una política inequitativa. Igualmente, la informalidad que no permite que muchas personas no logren las semanas de cotización es otro de los puntos a corregir.

Tercero, y en línea con los anteriores, es la reforma laboral. Las estadísticas muestran que cerca del 50% de los empleos que genera nuestra economía son informales. Las razones de este fenómeno son variadas, pero un elemento que afecta es la rigidez de nuestro sistema laboral. Este no permite que demandas puntuales de empleo sean absorbidas de forma legal, generando mecanismos alternos de contratación que no solo afectan al empleado en cuanto a sus condiciones laborales, sino también a todo el sistema de aseguramiento, entiéndase salud y pensión. Esta reforma por años ha estado en el escritorio del gobierno, pero debido a su dificultad y alto costo político nadie la ha querido enfrentar.

Seguramente hay muchas más tareas pendientes. La implementación de los acuerdos de La Habana, la negociación con el Eln, el problema de drogas, la justicia, la calidad de la educación pública entre muchas otras. Queda claro que este gobierno no puede seguir pateando el problema para que otro lo solucione y además se incremente. Tiene que ser un gobierno valiente y frentero de cara a los ciudadanos para verdaderamente enfrentar y solucionar los retos que hoy tiene Colombia.