La recién fundada Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia publicó en 1962 el libro ‘La violencia en Colombia. Estudio de un proceso social’, que causó gran impacto nacional porque revelaba lo que no se debía revelar con respecto al enfrentamiento entre liberales y conservadores durante los 16 años anteriores. Los principales periódicos se pusieron de acuerdo para no hablar de su contenido, el Congreso hizo sesiones secretas para discutirlo, sus autores fueron estigmatizados y rechazados, la Editorial Tercer Mundo que lo publicó fue duramente criticada, a pesar de que Belisario Betancur era uno de sus propietarios. La Nueva Prensa, una revista liberal de la época, decía que era un “libro incómodo” porque el Frente Nacional, el pacto ideado para poner fin al conflicto, “se había hecho para olvidar”.

El libro narra con todo detalle lo que había sucedido vereda por vereda, municipio por municipio, departamento por departamento, durante el período que se conoció como la ‘Violencia’ (con mayúscula): las características de los enfrentamientos, el papel de las mujeres y de los niños, las estrategias de los grupos en pugna, los elementos de folclor vinculados con las luchas; y, sobre todo, incluye un capítulo llamado La tanatomanía en Colombia que se entronizó en la memoria colectiva de este país. Casi todo el mundo sabe hoy en día a qué hacen alusión expresiones como ‘corte de franela’, ‘corte de corbata’, ‘corte de mica’ y muchas otras.

El libro se acompañó con un dossier de 32 fotografías que expresaban con crudeza los excesos de sevicia y crueldad que habían estado presentes en los enfrentamientos. En 1968 Germán Guzmán Campos, el principal autor del libro, publicó una nueva edición con 31 fotos adicionales. Dieciocho pintores colombianos de la época se inspiraron en estos documentos para producir su obra entre 1960 y 1970. Varias décadas después, con un grupo de profesores de la Universidad del Valle, logramos recuperar el archivo completo.

El pasado 15 octubre, en el Museo Rayo de Roldanillo, inauguramos una exposición con este material, que estará abierta al público hasta enero del próximo año. Miguel González, el curador, ha hecho una excelente combinación de las 72 fotos exhibidas con los cuadros de algunos de los pintores que se inspiraron en ellas: Leonel Góngora, Alfonso Quijano, Pedro Alcántara, Alejandro Obregón, Carlos Granada, Augusto Rendón y Luis Ángel Rengifo. La obra de Alcántara, ‘El martirio agiganta a los hombres-raíz’ (1966), preside la presentación en una de las tres salas de la exhibición.

La crudeza de las fotografías y de las pinturas choca con la sensibilidad del público y la pregunta sería por el significado de hacer este tipo de presentaciones. Águeda Pizarro, la directora del Museo Rayo que generosamente nos acogió, en el discurso de inauguración de la exposición, consciente de que con ocultar los horrores de los crímenes no se logra suprimirlos, nos recordó los 82 grabados de la serie ‘Los desastres de la guerra’ de Francisco de Goya, que dejaron ante el mundo un testimonio perenne de lo que fueron los horrores de la invasión napoleónica a España, en el Siglo XIX, en un momento en que no existía la fotografía.

La publicación parcial de este archivo coincide con la aparición en julio de este año de los informes de la ‘Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición’. A pesar de las diferencias con la Violencia de los años 1950, entre ambos períodos existen varios elementos comunes: el ‘realismo atroz’ expresado por las imágenes y el imaginario de la violencia como ‘una potencia anónima que siembra la destrucción a su paso’, como aparece ilustrado en el anonimato de las víctimas y de los victimarios que aparecen en los documentos fotográficos. Los responsables de esta exposición, con un llamado a la indignación, queremos reiterar la pregunta abierta formulada por Francisco de Roux, presidente de la Comisión, de “cómo fue que nos atrevimos a tanto”.