Firme, serena y contundente, la exfiscal general de EE.UU. Sally Yates probó este lunes que es un testigo clave en la investigación sobre los supuestos nexos entre Rusia y el Gobierno de Donald Trump, a pesar de la división que su figura provoca entre conservadores y progresistas.

Yates aguantó este lunes decenas de preguntas de senadores demócratas y republicanos sobre la supuesta injerencia rusa en las elecciones presidenciales de EE.UU., un caso conocido como 'Rusia Gate' en alusión al escándalo que acabó en 1974 con la Presidencia de Richard Nixon.

Encabezó el Departamento de Justicia de manera interina durante solo diez días, pero Yates tuvo tiempo de jugar uno de los papeles principales en el caso al avisar a la Casa Blanca sobre los verdaderos contactos que el exasesor presidencial de Seguridad Nacional Michael Flynn había tenido con el embajador ruso, Sergey Kislyak.

Flynn y el embajador ruso conversaron varias veces por teléfono el 29 de diciembre, antes de que Trump tomara posesión y el mismo día en el que el entonces presidente, Barack Obama, impuso sanciones a funcionarios rusos por su supuesta injerencia en las elecciones presidenciales de noviembre pasado en EE.UU.