El árbol de acaí, llamado también acaí o açaízeiro, es una palmera nativa de la región amazónica que puede superar los 20 metros de altura. Sus frutos son pequeñas bayas negras con una fina pulpa, que pueden ser extraídos manualmente por los productores, quienes se suben a las palmeras para cortar los racimos cuando el fruto está maduro.
Los cultivos de esta exótica fruta originaria del Brasil, se han convertido en el motor de la economía de los productores tradicionales de la Amazonía, pero al mismo tiempo se han vuelto una amenaza la biodiversidad de la selva tropical.
El acaí siempre ha estado incluido en la dieta de los paraenses, que lo degustan junto con pescado frito y otros platos locales. Por sus propiedades nutritivas y antioxidantes, en las últimas dos décadas se popularizó como un “superalimento” en Brasil y en países como Estados Unidos y Japón, que lo importan para elaborar jugos, batidos y postres con granola y frutas.
Precisamente, el ser uno de los alimentos más consumidos, disparó la demanda y benefició a los productores locales, poniendo al acaí como un ejemplo de bioeconomía, que permite generar ingresos para los habitantes de la Amazonía sin deforestar.
Sin embargo, estudios han demostrado que la expansión de este cultivo está provocando la pérdida de biodiversidad en algunas regiones debido a la sustitución de otras especies.
Al respecto, el biólogo Madson Freitas, investigador del Museo Paraense Emílio Goeldi y autor de un estudio sobre este fenómeno, llamado “açaización”, dijo a AFP que “naturalmente crecen unas 50, 60 o hasta 100 plantas de acaí por hectárea. Cuando pasa de 200, se pierde el 60% de la diversidad de otras especies también nativas de áreas inundables”.
La pérdida de especies vegetales afecta inclusive al acaí, que se vuelve menos productivo por la pérdida de polinizadores, como abejas, hormigas y avispas, añade Freitas. Los períodos prolongados de sequía, que pueden intensificarse debido al cambio climático, también afectan el desarrollo de los frutos.
Freitas, un habitante deuna comunidad quilombola de Pará, cree que reforzar las reglas de conservación y la fiscalización puede ayudar a combatir el monocultivo, “pero es preciso dar incentivos a los productores para que “mantengan la selva en pie”, manifestó.
Entre tanto, Salomao Santos, dirigente de la organización Malungu, que representa a las comunidades quilombolas en Pará y líder comunitario del poblado de Igarapé São João, admitió que el monocultivo se puede transformar en un problema.
“Quienes vivimos en la Amazonía no vivimos de una sola especie”, afirmó a AFP este hombre, que teme que el acaí deje de sustentarlos, como ya ocurrió con los ciclos económicos de la caña de azúcar, el caucho y la alfarería.
Las comunidades quilombolas de Brasil, que según el censo son 3.500, con alrededor de 1,3 millones de personas, a menudo se sienten invisibles a los ojos de la sociedad. “Prestamos un gran servicio ambiental al mundo, preservando la selva”, indicó Santos. “Ahora queremos que el Estado y todos quienes se beneficiaron del sudor y la sangre de quienes fueron esclavizados paguen su deuda con nosotros”, subrayó.
Proceso de cosecha
El poblado de Igarapé São João, a 120 km al sur de la ciudad de Belém (Pará, norte), es un caserío rural a orillas del río Itacuruçá, un área de suelos inundables donde el acaí crece naturalmente.
“Cuando empieza la cosecha (que va de agosto a enero), las cosas mejoran mucho para nosotros”, dijo Diogo, de 41 años, quien gracias a su trabajo consiguió empezar la construcción de su casa.
Diogo raspa el racimo y deja caer los frutos dentro de un cesto. En un buen día, explica, logra llenar 25 de 14 kg, que vende por entre 12 y 25 reales cada uno (2,4 a 5 dólares). Intermediarios compran los frutos a la comunidad y los llevan por barco hasta la gran ciudad amazónica de Belém, para venderlos a más tardar al día siguiente en el centenario mercado Ver-o-peso y evitar que la fruta perezca.
Cada madrugada, el ajetreo es grande junto al muelle: decenas de hombres que descargan los frutos de los barcos para venderlos a los fabricantes de pulpa, jugo y otros derivados. “En una noche en que vienen todos nuestros clientes, gano entre 250 y 300 reales (entre 50 y 60 dólares)”, aseguró Maycon de Souza, cultivador de acaí.
‘Boom’ de la producción
Brasil es el principal productor mundial de acaí y más del 90% de la producción proviene del estado norteño de Pará. En 2021, Pará produjo casi 1,4 millones de toneladas de acaí, lo cual movió más de 5.000 millones de reales en la economía local (US$1.000 millones al cambio actual), según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas.
Las exportaciones de productos derivados del acaí crecieron exponencialmente en los últimos años: pasaron de solo 60 kg en 1999 a más de 15.000 toneladas en 2021, según estimaciones del gobierno de Pará basados en datos de comercio exterior. Los principales importadores son Estados Unidos, Japón, Australia y países europeos.