Las sirenas de las ambulancias que transportan los cuerpos sepultados se escuchaban sin cesar en las calles de Palu, la ciudad más afectada por el terremoto y tsunami que hace una semana golpeó la isla indonesia de Célebes.

Sus habitantes, más de 350.000 personas, intentan recuperarse de la tragedia con la apertura de comercios, bancos y una mayor distribución de alimentos y gasolina, bajo el trauma de un recuento oficial de fallecidos que este viernes se elevó a 1571.

En este pueblo, que quedó arrasado por un alud de tierra provocado por el seísmo, una excavadora ha abierto un camino en el barro que se hunde más de dos metros y que según la Cruz Roja sepultó a entre quinientas y setecientas personas.