Alias El Indio Efraín, integrante del anillo de seguridad del abatido 'Alfonso Cano' capturado en la misma operación Odiseo, habló con El País.

A ‘Cano’ lo mató la confianza. Esa fue, según el ‘Indio Efraín’, la debilidad que dejó al máximo jefe de las Farc a merced de las Fuerzas Militares. Acostado en una camilla del Hospital Universitario del Valle, con el brazo vendado, el hombre, que hacía parte del anillo de seguridad de ‘Alfonso Cano’, recuerda que hace unas semanas le advirtió a su jefe el peligro que lo acechaba. “Con el intermediario que me daba las órdenes le mandé a decir que se cuidara más, que esa casa en la que estaba escondido era muy visible y tarde o temprano la gente lo iba a reconocer”. ‘Cano’ no hizo caso. El jefe de las Farc prefería quedarse mucho tiempo en un mismo campamento. Tomás cuenta que hacía tres meses habían llegado a la vereda El Chirriadero, zona rural de Suárez.“No sé por qué decidió irse para el Cauca. Esas son cosas que a uno nunca le explican, pero sí me pareció raro porque yo estuve con él unos ocho años en Tolima, en el Cañón de Las Hermosas”. Sin dar muchos detalles, ‘El Indio’, quien llevaba 33 años en las Farc, cuenta que la labor que le encargó ‘Cano’ fue vigilar a la comunidad, hacerse su amigo. “Por ejemplo si llegaba algún extraño o si había una persona que estuviera hablando de más. Todo eso tenía que contarlo”. El hombre, de pies y manos tan pequeñas como las de una mujer, sufrió heridas graves en el brazo izquierdo durante el bombardeo del pasado 4 de noviembre. Recuerda que ese día todo parecía tranquilo hasta que el sonido inquietante de helicópteros “nos puso a correr a todos. Una de las esquirlas de las bombas me cayó en el brazo. Sentí un dolor muy fuerte. Decidí entregarme”. Tomás, quien será enviado a una cárcel de máxima seguridad, cree que ‘Cano’ nunca se hubiera rendido. “Él tenía que caer en combate porque su convicción en la lucha era muy fuerte”. Pero recuerda que el jefe de las Farc tenía un gran enemigo: la edad. “Él ya estaba cansado. No estaba acostumbrado a andar en la selva y eso lo limitaba. Hasta dejó de fumar para sentirse mejor. Se la pasaba pegado al computador estudiando. También leía todos los días revistas y periódicos. Recuerdo que sólo cuando hacía eso lo veía reír. Parecía causarle gracia que el Gobierno hablara de golpes fuertes a la guerrilla”.