Las madres de los desaparecidos y secuestrados padecen un dolor que parece no terminar. Todas ruegan por una sola cosa. La verdad. Todas se resisten a morir con la incertidumbre del destino desconocido de sus hijos.

María Helena Toro tiene 70 años. El 22 de febrero de 1997, su hijo Franklin Aurelio Varón, de 22 años, fue secuestrado por un grupo de paramilitares en las cercanías de Frontino, en Antioquia. En el curso de ese mismo año, otros cuatro miembros de su familia fueron secuestrados y nunca volvió a saber nada de ellos. En 2005, la mujer le envió una carta a alias Don Berna pidiéndole que le explicara qué había sido de sus seres queridos. La carta fue publicada por la Revista Semana y las primeras líneas decían: "Por la presente me dirijo a usted para que me ayude a quitar esta carga de dolor que llevo sobre mi cuerpo desde hace casi 10 años cuando mi familia tuvo la mala fortuna de toparse con las autodefensas. De allá a aquí, perdimos a cinco de nuestros seres queridos, nos expulsaron de nuestra tierrita y pasamos las noches en vela pidiéndole a Dios para que los llene de bondad y nos digan la verdad. Con el corazón en la mano le reitero que no nos interesa nada más: ¿Si los tienen vivos, a dónde se los llevaron? ¿Si los mataron, dónde están sus restos para darles cristiana sepultura?". Don Berna estaba recluido en la cárcel de Itagüí y desde allí le respondió a la mujer. Dijo que a él no le beneficiaba en nada contarle qué había sido de su hijo. Desde hace 15 años, aquella madre va cada miércoles hasta el atrio de la Igesia de La Candelaria, en el Parque Berrío de Medellín y, entre las 12:30 y la 1:00 p.m., junto a otra decena de mujeres como ella, grita con su voz envejecida que necesita saber toda la verdad mientras exhibe las fotografías de su hijo. El 16 de agosto de 2013, a sus 69 años, esa madre terminó el bachillerato. Ahora, a sus 70, decidió estudiar investigación judicial. ¿Para qué? Para buscar a su hijo y entender qué pasó con él. ***Noralba Carrera tiene 62 años. De baja estatura, el cabello largo hasta la cintura y de un negro profundo. Dio luz a cuatro hijos, entre ellos, el tercero fue William Yohany Gómez. William decidió a sus 18 años prestar el servicio militar. Fue enviado desde Pasto al Putumayo. En 1998 William fue secuestrado por el Frente 48 de las Farc. Noralba, junto a su esposo, viajó hasta la frontera en su búsqueda. En 2009 su esposo fue asesinado por obstinarse en encontrar a William. Noralba sabe que se enfrenta a eso. Sabe que pueden asesinarla a ella. Pero no teme. Sigue buscando a su hijo. Viaja desde Pasto al Putumayo cada vez que un instinto incomprensible y que se niega a morir le dice que esa vez sí podría encontrarlo. La madre llora. Dice: "mire, yo tengo otros tres hijos,y podría tener mil más..., pero que a uno le desaparezcan un hijo, eso es un sufrimiento que usted no puede entender. Yo que lo vi crecer, que lo alimenté, que le di todo, y no saber en dónde esta, no saber qué ha pasado con él..."Como ella, otras 45 madres de Nariño fundaron la Asociación de Víctimas de Desaparición, Avide. Otras 45 madres. Cuando se presta atención al número, se comprueba la vastedad de la tragedia: ¿un mismo dolor multiplicado y repetido y sin aparente fin?Yo solo necesito la verdad, dice Noralba. "Que me digan qué pasó. Por qué a mi hijo. Dónde está. La verdad".***Miriam Yolanda Gomajoa es una mujer delgada, su rostro de apariencia frágil está coronado por un cabello corto y encanecido peinado hacia atrás. Su hijo hacía parte de los escuadrones de inteligencia del Ejército. En 2002, en una misión que le fue encomendada en Nariño fue descubierto y secuestrado por guerrilleros. Según le han contado a Miriam, fue torturado por los guerrilleros y luego asesinado. Esa podría ser una certidumbre para ella, pero Miriam está cansada de que le mientan. ¿Quiénes le mienten? Los mismo guerrilleros. La madre, frágil, delgada, con el peso trágico de sus 75 años, recorre la vereda de pasto en la que su hijo desapareció. Allí se encuentra con algunos guerrilleros. Se acerca y les pregunta por su hijo. Le han dicho que está muerto. Le han dicho que sigue secuestrado, que lo han llevado de un campamento a otro. Le han dicho también que se escapó. "Todos me mienten, todos. Yo voy hasta allá. A mí no me da miedo de que me maten. Yo voy... pero todos me mienten. ¿Cuándo me van a decir la verdad?", dice Miriam. Aquello mismo se pregunta Margot Valencia, a quien le secuestraron un hijo en Nariño. También se lo pregunta Martha Cecilia Herrera, a quien las Farc le desaparecieron a sus dos hijas y a sus dos yernos. Se lo pregunta Blanca Nieves, una mujer cuya piel recuerda la arena y cuyos ojos son como el mar, a quien las Farc le secuestraron a uno de sus hijos en 1999 en el Huila.¿Cuándo les van a decir la verdad?***Hay una fuerza que es incomprensible y conmovedora. Es una fuerza que no termina, que no es vencida por la fatiga ni por las ruinas del tiempo. Cada una de esas madres la posee, cada una de esas madres está constituida por esa fuerza. Es una fuerza hecha de dolor, un sufrimiento siempre nuevo, nunca disminuido, y también de una esperanza capaz de prenderse de la nada, de sí misma. ¿Cuándo les van a decir la verdad?