Isabella Vernaza, víctima del secuestro de La María, estuvo en La Habana y dice que las Farc reconocen atrocidades que han cometido con las víctimas.

Cada palabra que pronuncia evidencia su condición de víctima. Solo que su tono no es de queja ni resentimiento. Es la convicción de quien no quiere que la tragedia del secuestro, la muerte, la impotencia, se repita en alguien más, especialmente en sus nietos.Es Isabella Vernaza, una de las 160 personas a las que el ELN se llevó de la iglesia La María el 30 de mayo de 1999, manteniéndola alejada cinco meses de sus tres hijos y su esposo.Quince años después del episodio que le cambió la vida para siempre, la actual directora de Gestión Corporativa de VallenPaz viajó en calidad de víctima a encontrarse cara a cara con otros guerrilleros, los de las Farc.¿Por qué aceptó ir a encontrarse con los delegados de las Farc en Cuba?Primero quiero resaltar que las víctimas que fuimos a La Habana no fuimos en representación de nadie, sino de nuestras vivencias personales. Así yo haya estado secuestrada en el grupo de La María y hayan 160 personas más afectadas en Cali, no puedo hablar sino por mi propio dolor. Eso nos lo resaltaron mucho la Iglesia Católica, la ONU y el Centro de Pensamiento de la Universidad Nacional, que han sido los organizadores de todo el proceso con las víctimas.Pero a usted la secuestró el ELN...Sí, pero yo pienso que, como colombiana, todo lo que yo pueda hacer para contribuir al logro de la paz, lo voy a hacer. Y creo que este proceso se está adelantando con mucho rigor y seriedad. Hay avances importantes y por eso quise participar. De hecho, lo primero que hice cuando empecé a asistir a los foros de las víctimas fue entender qué estaba haciendo el Gobierno en el tema del conflicto y descubrí la inmensidad del trabajo que está plasmado en los documentos del Centro de Memoria Histórica. ¿No teme posibles retaliaciones?Desde que viví el secuestro, el temor es un sentimiento que no me acompaña, pero sí tengo incertidumbre porque hay mucha gente que no está de acuerdo con el proceso y a veces asume actitudes críticas que son difíciles de responder y de entender, pero si uno se deja atemorizar por esas circunstancias, no hace nada.¿Después de haber estado en la mesa de diálogos, qué les dice a quienes no creen en el proceso de paz?Que si bien el proceso se está adelantado en La Habana, los colombianos común y corrientes tenemos mucho qué ver con él, porque lo que busca es que todos desarmemos los corazones y entendamos que este conflicto de 50 o 60 años ha generado un dolor enorme, con victimarios de todos los bandos y víctimas de todas las naturalezas. Y si no empezamos a entender lo que está pasando, vamos a estar muy lejos de construir la paz y yo no quiero que a mis nietos les toque crecer en medio de la guerra.¿Cómo vivió esos momentos en los que estuvo frente a los guerrilleros?Primero quisiera resaltar el acompañamiento que nos hicieron, desde el momento que nos contactaron, las entidades encargadas de las víctimas y también, cuando llegamos a La Habana, los gobiernos de Noruega y Cuba. Nos hicieron entender lo que iba a pasar y la solemnidad del acto, porque no sé si para Colombia está claro que la participación de las víctimas ha sido fundamental en el desarrollo de los diálogos. Primero tuvimos una reunión con la delegación del Gobierno y luego con las Farc; el que quiso saludar, saludó y el que no, no. Hubo mucha libertad y respeto por el sentimiento de todos nosotros.Entiendo que ustedes prepararon un acto simbólico para la reunión...Cada delegación de víctimas que viajó lo hizo. Nosotros decidimos que el soldado que iba en el grupo entrara con un mapa de Colombia y cada uno escogió una palabra que significara mucho para él en este proceso. Yo escogí confianza. También le dimos una rosa amarilla a cada delegado. ¿Cómo fue el momento de su intervención, qué dijo? Primero habló Humberto De la Calle y luego ‘Iván Marquez’. Después comenzó a hablar cada uno y a contar unas historia de vida que uno nunca se imaginaría... Yo les hablé de mi secuestro, del momento que vivimos en la montaña, cuando nos subieron en esos camiones y habían muchos niños apeñuscados en el suelo. Del dolor que sentí en el salón comunal al que nos metieron, cuando se llevaron a mi esposo y a mi hijo y llegaron los helicópteros y comenzaron los disparos, allí se me quebró la voz... También hablé del secuestro del Kilómetro 18 y de la muerte de monseñor Isaías (Duarte), como homenaje y reconocimiento a ese hombre inmenso, cuya muerte tampoco se ha aclarado.¿Le hizo alguna petición a las Farc?Sí, que revisaran la Ley de Víctimas para que incluyan a miles de secuestrados de la clase media urbana, que son los más silenciosos. Microempresarios que han tenido que vender sus negocios y han quedado en la ruina. También les pedí que dieran señales concretas e inmediatas de paz. De lo contrario, el proceso se perderá cuando los colombianos lo tengan que refrendar. ¿Tuvo contacto directo con alguno de los guerrilleros?Durante las intervenciones no hay lugar a ninguna interpelación. Cada víctima habla 15 minutos y después de cada dos se hace un minuto de silencio para recuperar fuerzas y estabilizarse. En el almuerzo sí tuvimos ocasión de hablar con ellos en general. Se acercaron a nosotros y hubo un saludo muy respetuoso. ¿Pero no hubo algo que le llamara la atención especialmente?Antes de empezar las intervenciones, los guerrilleros dijeron que querían hacer un reconocimiento a las víctimas y nos entregaron a cada uno una escultura en yeso, una mano. Creo que fue el acto más significativo, pues ha sido el único grupo de víctimas al que le han entregado algo. Impresiona verlos sentados allí, de guayabera blanca, con una actitud de mucho respeto; es lo único que puedo decir, realmente no hubo más diálogo.¿Cree que los que miembros de las Farc que están allá sí tienen una real voluntad de firmar la paz?Yo siento que los que están allí sentados están reconociendo los errores cometidos, sobre todo en el caso de las víctimas. No puedo hablar de los otros acuerdos, que ya son públicos. Pero sí siento que hay un reconocimiento de todas las atrocidades que han cometido con las víctimas y de que no se puede perpetuar la guerra. Siento que en esa mesa, allá en Cuba, hay una intención y una voluntad muy grande de construir la paz.En el país hubo polémica por la inclusión de Piedad Córdoba en el grupo de víctimas, ¿se percibió eso allá?Claro. Yo conocía la imagen de ella que tienen todos los colombianos, por los medios, pero allá me impactó mucho el dolor de esa mujer de carne y hueso, la narración que hizo de su secuestro por los paramilitares y de la desaparición de su hija por cinco años y que regresó con una niña en brazos de la que no sabe quién es su padre...¿Su viaje a Cuba le sirvió para cerrar un ciclo como víctima del ELN?Creo que la mejor manera de abordar estos temas es conocer el dolor de las víctimas por parte de los victimarios. Me parece un acierto grandísimo de este proceso de paz. Si hay otro proceso con el ELN y, ojalá lo haya, como lo pedimos en el boletín que presentamos al final, deben escoger otras personas para que puedan presentar sus puntos de vista, porque hay muchas víctimas del ELN que tienen mucho qué decir y mucho qué aportar.