Después de 11 años de seguimientos, vigilancia e infiltración, la Policía Nacional de Colombia logró neutralizar a alias Chirimoya, uno de los cabecillas más sanguinarios del Clan del Golfo. El operativo, que involucró a 60 hombres del Gaula y del comando Jungla, culminó en la madrugada del 5 de abril de 2025, en la vereda El Porvenir, municipio de La Apartada, Córdoba.

“Desde el 2014 le veníamos siguiendo la pista”, reveló el coronel Elver Vicente Alfonso Sanabria, director del Gaula, a SEMANA. El criminal, cuyo nombre real era José Miguel Demoya Hernández, era el líder de la estructura Arístides Meza Páez, una facción del Clan del Golfo que operaba con más de 2.000 hombres en los departamentos de Atlántico, Bolívar, Sucre, Córdoba y Santander.

Chirimoya fue pieza clave en la expansión violenta del grupo armado. Sus crímenes iban desde homicidios y narcotráfico, hasta extorsiones y minería ilegal. Su figura era esquiva no aparecía en fotografías, ni videos, y evitaba las comunicaciones electrónicas. Aun así, la inteligencia estatal logró reunir testimonios de víctimas y exsubalternos que dibujaban el perfil de un hombre frío, letal y estratégico.

La Operación Agamenón, con apoyo de la DEA y la Fiscalía, fue determinante. Cuatro meses de rastreo satelital, análisis financiero y trabajo encubierto permitieron identificar su escondite. Aunque el objetivo era capturarlo con vida, Chirimoya abrió fuego con una pistola FiveSeven, conocida por su capacidad para perforar chalecos antibalas. La respuesta de los comandos fue inmediata. Cayó abatido en el sitio, junto a diez proveedores, 200 cartuchos y propaganda del Clan del Golfo.

Un subalterno del propio cabecilla, resentido por disputas internas, entregó información clave. El golpe también fue simbólico: se hizo justicia por el asesinato del intendente Hernando José Martínez Blanco, asesinado en un plan pistola ordenado por Chirimoya en 2014.

Incluso en su muerte, el terror persistía. Agentes del Gaula infiltraron su sepelio y confirmaron que los asistentes fueron obligados a participar, bajo amenazas de ser declarados “objetivo militar”. Las familias recibieron la orden de enviar al menos dos integrantes, y los videos del funeral fueron cuidadosamente dirigidos por los mandos del grupo para mostrar una imagen de fuerza ante las redes sociales.

Tras su muerte, se declaró un paro armado en zonas de Sucre y Bolívar, donde el Clan mantiene presencia. Comerciantes como los de Ovejas, Sucre, cerraron sus negocios desde las 5:00 p. m. ante el miedo latente. “El Ejército dice que no les hagamos caso, pero si no cerramos, puede haber muertos”, relató un comerciante local.

Aunque el Clan del Golfo intenta reorganizar su estructura, la caída de alias Chirimoya es uno de los golpes más certeros que ha recibido en la última década. Su expediente en la Policía ha sido oficialmente cerrado. Pero la lucha, advierten las autoridades, aún no termina.

Nota realizada con información de SEMANA