Un aroma a panela y oliva que venía de una vitrina de conservas artesanales, el brillo mate de la filigrana trabajada a mano, y, en un rincón junto a la entrada, la explicación de una emprendedora sobre cómo una vela de cera de soya puede convertirse luego en un joyero. Ese cruce de oficios, historias y propósitos fue la apuesta central del Showroom 2025 de la Fundación WWB en Cali, con el que se articularon rutas comerciales que dieron a emprendimientos con propósito social, la oportunidad de convertirse en proveedores constantes de empresas y mercados más grandes.
El Showroom, organizado por la Fundación WWB con el acompañamiento de entidades locales y aliados como Compromiso Valle y la Secretaría de Desarrollo Económico, se presentó como una vitrina para más de un centenar de emprendimientos y, también, como un punto de encuentro donde algunos asistentes hablaron del alcance y la expectativa alrededor del evento.
“Estamos hoy en la quinta versión del ‘Showroom 2025 con Propósito Social’, un evento que nos parece maravilloso porque nos ayuda a construir desarrollo socioeconómico”, afirma Johana Urrutia, directora de Programas de la Fundación WWB Colombia. “Lo hacemos para conectar a las empresas ancla de la región —las grandes compañías— con las personas emprendedoras, de modo que puedan vincular en sus cadenas de valor a pequeños negocios y adquirirles productos o detalles corporativos para sus colaboradores, proveedores o clientes”.
La Fundación WWB acompaña cada año a más de 25 mil personas en distintos programas de fortalecimiento, y este Showroom —asegura Urrutia— es parte de ese propósito: “un espacio abierto para todas y todos los caleños que quieran seguir construyendo tejido empresarial y desarrollo socioeconómico”.
Para Urrutia, “el tejido emprendedor del suroccidente colombiano es fundamental; nuestra misión es desarrollar capacidades personales y empresariales en todas las personas emprendedoras”. Enfatiza que emprender no se limita a ofrecer un buen producto o servicio: “también se necesita autoconfianza, resiliencia y liderazgo; que las personas crean que son capaces de sacar su negocio adelante”.
Un recorrido con propósito
La estructura del Showroom se organizó alrededor de vitrinas temáticas que facilitaron la lectura del mercado: Formalización Empresarial; Sabores; Del Campo; Saberes; ‘Lo nuestro es Cali’; y Guayacán, esta última enfocada en mostrar resultados de investigación e impacto regional. Cada vitrina funcionó como un microecosistema: exhibición de producto, contactos comerciales y microcapacitaciones prácticas que permitieron a quienes llegaban —compradores institucionales, agentes del sector privado y público— identificar rápidamente productos, entender procesos de trazabilidad y evaluar posibilidades de encadenamiento productivo.
La Vitrina de Sabores y la del Campo atrajeron a compradores interesados en trazabilidad y origen; la de Formalización ofreció asesoría sobre registro, facturación electrónica y requisitos para acceder a compras institucionales; y la de Saberes agrupó charlas cortas sobre marca, finanzas digitales y escalamiento con sentido social. Esa mezcla de ‘vitrina’ más ‘sala de herramientas’ fue, a decir de los organizadores, parte del propósito: que la exhibición fuera el inicio o fortalecimiento de rutas comerciales.
Voces que confirman la apuesta en cada vitrina
Recorrer los stands fue, también, escuchar. Las declaraciones recogidas en el lugar permiten asomarse a la diversidad de motivaciones y desafíos.
Jackeline Adarve Suárez, de Industria Djari Sas (marca Oruma), sintetiza la dimensión social de su proyecto: “Nosotros somos una empresa que nos dedicamos a sensibilizar a las mujeres sobre el cáncer de mama y acompañamos a las pacientes con mastectomía en el proceso de recuperación”, cuenta. Jackeline explica que la línea incluye lencería postoperatoria, prótesis artesanales y ropa deportiva diseñada para cuidar la zona operada. “La verdad que ha sido mucha aceptación —añade—; empiezan a subir la autoestima, se sienten seguras… saben que ellas son lindas por fuera y por dentro”. Oruma no vende solo un bien, sino que ofrece restitución de confianza y acompañamiento en una etapa delicada de la vida.
Jason Criollo presenta Arte Irakase, un taller centrado en la palma de iraca. “Mi emprendimiento se trata de artesanías en este material natural. Aparte de hacer nuestro trabajo, también generamos trabajo a mujeres cabeza de hogar”, dice Jason. Su relato enfatiza una doble finalidad: valor estético y responsabilidad social. “Ahorita vamos 20 personas”, precisa, y agrega la ambición formativa: “estamos tratando de crear una escuela aquí, de enseñanza, para capacitar en técnicas ancestrales y generación de empleo”.
La oferta alimentaria ‘Gran Orgánica Bendiciones’ también mostró propuestas con valor agregado al transformar productos de la huerta en conservas y ‘elevados’ gourmet con aceite de oliva y especies de la zona. Este emprendimiento, integrante de la Red de Mercados Orgánicos del Valle, tiene el objetivo de deleitar al consumidor con versiones sanas y sabrosas de ingredientes cotidianos. “Una berenjena puede llegar a su plato a través de las especies, ajo y aceite de oliva, de una forma gourmet”, explicó, subrayando el entramado entre producción rural y valor agregado urbano.
En moda, Jesid Angulo, fundador de Free Clever, contó cómo su marca nació del impulso colectivo y la resiliencia: “Free Clever significa libre e inteligente… La propuesta combina confección y responsabilidad social: “trabajamos con madres cabeza de familia; la maquila la hacen ellas”, dice Jesse, quien además aspira a consolidar un punto físico para ampliar visibilidad y ventas.
Las velas artesanales de Velas Osanna —presentadas por Luisa Fernanda— expusieron otro giro de sostenibilidad: velas de cera de soya aromatizadas con aceites esenciales, pensadas para que su recipiente tenga un segundo uso. “Nuestras velas sirven para hidratar la piel; cuando se encienden se convierten en un aceite… y todos sus recipientes son en un segundo uso”, explicó la emprendedora, subrayando el enfoque circular del producto.
La filigrana de Manuel Cubillos (Manuel Cubillos Joyas Filigrana) y las sangrías de Elmer Payán (La Tartaruga) completaron un mapa de oficios tradicionales y propuestas gastronómicas contemporáneas. Manuel, joyero desde 2008, defendió la técnica artesanal: “La filigrana es 100% hecha a mano… esa es la esencia, el valor agregado”. Elmer, por su parte, destacó la frescura como promesa de valor para su oferta de sangrías y detalles: “La sangría se hace el mismo día; la fruta es súper fresca”.
Alianzas sobre la mesa
Las voces de los emprendedores resaltan un patrón: el Showroom no solo expone productos, también da acceso a capacitaciones y conexiones concretas. Coincidieron en destacar la ayuda de la Fundación WWB Colombia en asesorías y talleres, y en cómo Compromiso Valle y la Secretaría de Desarrollo Económico facilitaron contactos con compradores institucionales. Esa red de apoyo pretende cubrir dos necesidades simultáneas, como los son elevar la calidad y presentación del producto, y abrir rutas de venta estables que permitan planificar producción.
En la práctica, eso se tradujo en asesorías sobre formalización y procesos de manufactura, charlas sobre identidad de marca y sesiones para identificar errores operativos y corregirlos —“nos hacen caer en cuenta los errores que uno está mal para poderlos corregir”, señaló Jason—.
El Showroom de la Fundación WWB Colombia tiene una fórmula clara: exponer + capacitar + conectar = mayor probabilidad de que las ventas del día se conviertan en contratos y relaciones comerciales sostenibles.
Aprendizajes desde la experiencia, lo que funciona
Entre los aprendizajes que emergieron en las conversaciones hay varios consensos prácticos: la presentación del producto (empaque y comunicación) es tan decisiva como la calidad; la asesoría puntual (sobre costos, facturación, empaques y canales digitales) permite a un emprendimiento corregir errores menores que bloquean ventas; y el contacto directo con compradores institucionales facilita cotizaciones y acuerdos que no surgen en ferias artesanales tradicionales.
Además, la diversidad de ofertas —desde productos de alto valor simbólico como la filigrana hasta bienes de consumo cotidiano como conservas o sangrías— mostró que el ecosistema del Showroom puede atender múltiples nichos de demanda. Esa heterogeneidad, bien canalizada, aumenta las posibilidades de encadenamiento productivo.
¿Qué viene después del showroom?
Cerrada la jornada, los interrogantes operativos dan paso a una agenda de trabajo clara: seguimiento, medición de resultados y fortalecimiento de capacidades. Para muchos emprendedores, la prioridad inmediata es convertir los contactos en pedidos concretos; para los aliados, articular rutas de compra que permitan previsibilidad.
El Showroom confirmó que una idea puede trascender cualquier número cuando se suman formación, visibilidad y redes; las posibilidades de transformar microemprendimientos con fin social en actores relevantes del mercado aumentan de manera notable.
Las historias de Jackeline, Jason, Jesse, Luisa Fernanda, Manuel y Elmer son relatos distintos, pero convergentes en ofrecer un producto con propósito y aportar por la formalización como camino hacia la estabilidad. Con herramientas apropiadas —asesoría técnica, acompañamiento para formalizarse, y contactos comerciales sostenidos— esos emprendimientos pueden pasar de la venta ocasional a la provisión regular.
El reto ahora es garantizar que las conexiones establecidas en una jornada se traduzcan en órdenes de compra, en contratos y en proyectos que, mes a mes, permitan consolidar empleo y ofrecer alternativas reales de desarrollo económico local.