Bastaba con que desde los parlantes sonara "Cali pachanguero, luz de un nuevo cielo...",  "esto es cuestión de pandebono..." o uno de los éxitos de Richie Ray y Bobby Cruz para que los pies de los bailarines sobre el asfalto se movieran tan rápido y sincronizados como fuera posible y en las graderías el ánimo alcanzara sus niveles máximos.

Con cada presentación, el público se deshacía en aplausos y las ganas de seguir el paso se apoderaba de cada de los más de 250 mil cuerpos ubicados en las 44 graderías y zonas gratuitas del Salsódromo. La rumba era total. 

Antes de las 6:00 p.m. la salsa empezó a retumbar sobre la Autopista Sur entre Carreras 63 y 39, los bailarines desfilaban haciendo de la música su mejor aliado para mostrar el arte de la sincronización. El público disfrutaba. Simplemente disfrutaba con cada puesta en escena, con cada acrobacia. Respondían con un extenso grito de ánimo a la levantada de brazos de los artistas en la pista. Todos se conectaban entre sí sin necesidad de cruzar palabra, bastaba con el ritmo, el baile y una alegría desbordante. 

"Esto es maravilloso. Yo vengo de Ibagué y es la primera vez que asisto a una Feria de Cali y veo algo así, todo es espectacular: la gente, los bailarines, los shows. Sin lugar a dudas, esto es arte puro", narró Óscar Aristizábal, uno de los asistentes del Salsódromo. 

"La foto, el video y la chicanería" caleña no faltaron y menos cuando Camilo Zamora, imagen de la Feria de Cali, hizo su aparición y con gran carisma se acercó hasta varias de las graderías para que los asistentes congelaran en sus dispositivos tecnológicos uno de los momentos cumbres del desfile. 

Detrás de Camilo, centenar de bailarines (más de 1700) también recibieron de frente el flash que caía desde las graderías y de las zonas gratuitas. Esa muestra de cariño y respeto servía como aliciente para continuar. El fervor del público borraba las huellas de cansancio en los bailarines. 

"Hemos ensayado todo el año para este momento, y cuando ya estamos en el desfile la sonrisa y el ánimo del público son nuestra mayor recompensa", dijo Camilo, minutos antes de mostrar su performance al público.

Una a una, las seis alas (divisiones del Salsódromo) salieron para desfilar sobre los 1.5 kilómetros dispuestos en la Autopista Sur, pero la lluvia hizo su aparición sobre las 7:00  p.m.  para amenazar toda la puesta en escena de la décima edición de este evento. 

"Aquí gozamos hasta con lluvia, la alegría no se empaña por unas cuantas gotas. Este es el evento que esperamos todo el año y la verdad es algo estupendo", dijo Isabel Páez, una de las asistentes del Salsódromo, quien recordó que para ella y su familia la Feria de Cali es sinónimo de unión y disfrute. 

Planteamiento compartido por el alcalde de Cali, Maurice Armitage, quien desde una de las graderías 'tiró paso' con cada una de las comparsas. 

"Para mí la Feria de Cali representa alegría y un patrimonio de 60 años. El Salsódromo es nuestro icono. Es donde todos los artistas que le gusta la salsa tienen la oportunidad de contar con un rato de esparcimiento", señaló. 

Además, agregó que ver al público disfrutar se "antepone a cualquier polémica, esto es un patrimonio que no se puede utilizar políticamente".

En las graderías, niños, adultos mayores, parches de amigos, esposos, familias, mujeres en embarazo y personas en situación de discapacidad se unieron al ritmo de la música para celebrar el inicio de la rumba más grande de la Autopista. 

Aunque la salsa era el plato fuerte en el desfile, el júbilo del público también fue merecido por presentaciones artísticas de percusión, carrozas con cantantes como Andy Montáñez o el reconocimiento a deportistas en situación de discapacidad, que también tuvieron espacio en medio del baile. Sobre ellos cayó una lluvia de aplausos. 

Familias en pleno disfrutaron, y en cada conato de conflicto la palabra "fuera" entonada al unísono se apoderaba del ambiente. 

La canción ‘Que se sienta’, del maestro José Aguirre, dio paso a cada ala del desfile, y en medio de cada comparsa se escucharon canciones de Feria, temas de ayer y de hoy, que los bailarines, montados en carrozas, en trenes o a piso acompañaron con pasos y acrobacias celebrados por el nutrido público.

En las zonas de acceso gratis había personas sentadas (en silla alquiladas por terceros a $10.000) y otras de pie. Cuando los primeros grupos de baile hicieron su aparición en esa zona (sobre la Carrera 43), el asfalto se convirtió en una gran pista: danzaban los bailarines con sus coreografías y el público imitaba -en la medida en fuese posible- cada movimiento. 

"Esto es ADN puro, la salsa nos toca desde antes del nacimiento. Aquí estamos con algunos familiares que llegaron desde México viendo esta maravilla de espectáculo y dándonos una manita de baile", relató Carmenza Gil, asistente a las zonas gratuitas del Salsódromo. 

Cuando la lluvia se hizo más intensa hacia las 8:45 p.m., el desfile tuvo que finalizar por la seguridad de los bailarines. Al público que también recibió toda el agua, le pareció una decisión justa. El décimo Salsódromo finalizó entre un diluvio de aplausos.